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Reportaje:

De la Europa del Este al este de Madrid

Las comunidades rumana y polaca se concentran en el corredor del Henares, sobre todo en Alcalá y Coslada

'Tenía un buen puesto en el Ayuntamiento de mi ciudad, un piso, una casa en el campo y viñas. Llegaba para mantenernos, para no morir de hambre, pero no para dar un futuro a los hijos', cuenta Gheorghe Gainar, de 41 años y presidente de la Asociación Cultural de Ayuda e Integración al Pueblo Rumano de Alcalá de Henares, para explicar por qué emigró en 1992. 'Cuando cayó el muro, la economía rumana empezó a derrumbarse; hoy, un sueldo medio es de 20.000 pesetas y la comida cuesta como aquí', explica Stefan Nadaban, de 30 años y llegado en 1998.

Él y Gainar son dos de los 7.500 rumanos empadronados en el corredor del Henares, la zona de la región con mayor concentración de ciudadanos de los países del Este. De los 12.000 rumanos censados en Madrid, un 62% vive en Alcalá, Coslada, San Fernando de Henares y Torrejón de Ardoz. Sobre todo en Coslada, donde dos de cada tres inmigrantes registrados son rumanos (el 4% de la población). De los 8.000 polacos empadronados en la región, una cuarta parte reside también en el corredor, informa Begoña Aguirre.

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También muestran esa predilección por municipios del Henares los otros 8.960 inmigrantes del Este empadronados en la región, entre ellos los búlgaros (3.771), ucranios (1.863) y rusos (1.122). Móstoles, Getafe y Fuenlabrada, Arganda y los distritos de Latina y Carabanchel son otros lugares de residencia de estos ciudadanos, según el estudio Extranjeros en Madrid de la Delegación Diocesana de Migraciones (ASTI).

Gainar llegó en 1992 y esperó seis años para traer a su esposa y a sus dos hijos. A pesar de que trabaja de noche en una fábrica de pan y uno de cada dos días ha de ir a diálisis, saca tiempo para la asociación. También milita en UGT. 'Peleo por un mundo mejor para mis hijos', dice.

Nadaban, pastor de la Iglesia adventista en Coslada, donde hay dos congregaciones rumanas (de las cinco que existen en la región), explica: 'En Rumania, los que tienen casa pueden aguantar si trabajan los dos y si los chicos no quieren ir a la Universidad. Muchos emigran como algo temporal; se va un miembro de la familia para ahorrar y comprar un piso o para pagar estudios a los hijos... Pero los jóvenes no pueden adquirir una vivienda sin salir'. Cada sábado, su iglesia reúne a unas 1.500 personas en dos cines alquilados.

La historia de Violeta Mindaeanu, de 31 años, empleada de hogar y llegada en 1995 con un visado de turista, corrobora las palabras de Gainar: 'Cada vez se pagaba peor y había menos trabajo; vine para ahorrar para comprar una casa allí, volví y no vi mejoría, así que decidí quedarme en España'. Según los datos del Almanaque 2001, editado por Time, la renta per cápita de Rumania es de 4.050 dólares, con una inflación del 41%, mientras que la española es de 16.500 dolares, con una inflación del 2%.

Nadaban explica que los 'primeros' vinieron a principios de los noventa (tras la sublevación popular que terminó con la ejecución de Ceausescu en 1989), y 'en 1997 y 1998 llegó la gran avalancha'. Sobre por qué a España, todos coinciden: las raíces latinas comunes facilitan las cosas. No eligieron al azar: estudiaron antes los países candidatos. 'En España hay trabajo, la natalidad es muy baja y hace falta mano de obra. Además, el permiso de residencia es más fácil de conseguir que, por ejemplo, en Alemania', señala Nadaban.

¿Y el corredor del Henares? Los tres tenían amigos o familiares en la zona. A los pioneros les atrajo la cercanía y las buenas comunicaciones con la capital; y el precio de los pisos, que a inicios de los noventa no eran caros.

La mayoría de los rumanos vive junto a las estaciones de tren de Coslada y Alcalá. Por las mañanas es frecuente ver a los que no trabajan en la cosladeña plaza del Sol, en una zona verde cercana, bautizada por los vecinos como el parque de los rumanos, así como en el alcalaíno parque de San Isidro. Los empresarios que buscan empleados saben que están allí.

Nadaban explica que el 90% de los rumanos trabaja en la construcción o en el servicio doméstico. Gainar apunta que esto es así mientras consiguen sus tarjetas de residencia, pero que luego muchos se recolocan en sus profesiones. 'Somos gente emprendedora; hay algunos que montan sus propias empresas de construcción o reparaciones; también hay muchos conductores de camiones internacionales', afirma. Y añade: 'Hemos venido para hacer algo. Los inicios son duros, pueden convivir varias familias en un piso de alquiler, pero muchos ya tienen sus casas compradas'.

'Si la situación de Rumania mejora, muchos regresarán, aunque de momento no da síntomas. Hay que alcanzar acuerdos para que los que regresen tras cotizar aquí puedan cobrar allí sus jubilaciones', reflexiona Gainar.

Los tres sienten que en Madrid les tratan bien, pero creen que la imagen que los españoles tienen de Rumania es pobre. 'Conocen a Drácula y poco más', afirma Nadaban, que es de Transilvania. Además, tiene una queja: 'El Gobierno nos quiere a todos legales, pero los papeles se eternizan. Mi esposa consiguió el permiso de trabajo el 9 de octubre de 1999 y aún soñamos con su tarjeta de residencia'.

Inmigrantes polacos muestran, en 1995, la página escrita en polaco del Diario de Alcalá.
Inmigrantes polacos muestran, en 1995, la página escrita en polaco del Diario de Alcalá.JAVIER ÁLVAREZ

Águila Blanca, la potente voz de los polacos

La asociación de polacos Águila Blanca nació en 1993 y tiene su sede en Alcalá, donde están empadronados 1.460 ciudadanos de este país del Este. Es una entidad muy activa y parte de sus esfuerzos se dirigen a conservar sus raíces y, en esta última etapa, a dar a conocer su cultura a los españoles. Tienen una escuela de polaco a la que asisten 75 niños, y dos oficios católicos en su idioma todos los domingos en parroquias del municipio. Asimismo, todos los viernes, desde diciembre de 1995, escriben una página en polaco en el rotativo local Diario de Alcalá. Cada 21 de abril festejan el final del invierno con una fiesta durante la cual confeccionan una muñeca y la tiran a un río y, desde hace dos años, montan una caseta en las ferias de Alcalá. A ella acuden principalmente compatriotas, pero también algún español interesado en saber más sobre el país de origen de un amigo o vecino o, simplemente, en busca de nuevos sabores (cerveza importada; empanadillas de queso o repollo, salchichas con mostaza o pepinillos con manteca). El pasado 13 de julio el primer ministro polaco, Jerzy Buzek, visitó esta localidad del corredor del Henares acompañado del presidente del Gobierno, José María Aznar, con motivo del inicio del año de Polonia en España y el hermanamiento de la ciudad de Cervantes con la localidad de Lublin, cuna del escritor Mikolaj Rej, que se firmó ese mismo día. El acto fue promovido también por Águila Blanca. En la capital, los polacos organizan los domingos un mercadillo junto al metro de Aluche con productos de su tierra. Como el resto de inmigrantes del Este, la mayoría trabaja en la construcción y el servicio doméstico. Caso curioso es el de El Molar, un pequeño municipio de 3.500 habitantes situado en la autovía del Norte. En él existe una colonia polaca desde los años ochenta. Se formó a partir de una serie de asilados atendidos en el Centro de Atención a Refugiados (CAR) de Alcobendas que, cuando tuvieron que abandonar ese edificio, al finalizar el plazo de acogida, buscaron alquileres más baratos y los encontraron en este municipio. En la actualidad, de los 304 inmigrantes empadronados en El Molar, un tercio son polacos (104). Pero, según aseguran en los servicios sociales, ya no es la colonia extranjera más numerosa ni la que más crece. Magrebíes y latinoamericanos están superándolos.

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