Demasiado para Freire
Zabel supera al cántabro en el empinado 'sprint' de Valladolid
El plano decía, y así se veía, que la cuesta del manicomio de Valladolid eran 800 empinado metros al 5%, pero era mentira. Ilusión óptica. Una cuadrilla de ciclistas alemanes con brillantes maillots magenta y con sonoros y consonánticos apellidos como Aldag, Schaffrath o Schreck, con la ayuda de un vocálico, el profundo Hondo, se había encargado de aplanarla. Trabajo de apisonadoras a 60 kilómetros por hora. Fue un camino llano, así, el que encontró delante de sí Erik Zabel, su jefe, para ganar la etapa, el primer triunfo en la Vuelta del mejor sprinter de los últimos años. Fue, así, un territorio, y un rival, en el que poco podía expresarse Óscar Freire. Acabó segundo. Nada para un 'sprinter'.
Freire es muy bueno, es el gran crack del ciclismo español, pero no es Dios. El cántabro puede disponer de una calidad natural única, puede estar marcado con el gen de la entrenabilidad, una característica única que le permite alcanzar casi su forma perfecta con pocas jornadas de entrenamiento, con pocos días de competición; Freire puede tener una cabeza privilegiada, una mente de campeón que le ha permitido sobrevivir entero a todos los problemas físicos, lesiones y dolores, que han convertido su carrera en el curso del Guadiana; Freire puede ser mucho, pero no puede con todo. No puede con todo el Telekom de Zabel, tampoco puede con los codazos y manillares del canguro McEwen, por ejemplo. Ambos problemas a la vez se le cruzaron por delante ayer.
Fue en un final que valió por toda la etapa. Un final que dio sentido a 140 kilómetros de traslado físico por los llanos del Bracamonte, los viñedos de Rueda, los pinares de Valladolid. Como había anunciado Manolo Saiz, que aparte de ser director del ONCE-Eroski puede opositar al puesto de meteorólogo oficial de la Vuelta, no sopló viento, y, como el técnico cántabro también había previsto, entre el Mapei y el Telekom marcaron el orden en el pelotón.
Pedro Horrillo, cuando era aficionado, ganó una etapa de la Vuelta a Valladolid que acababa en el mismo sitio. El ciclista de Ermua es amigo y compañero de Freire y quedó con él para ir a ver la llegada la semana pasada. Freire bajó en bicicleta desde Torrelavega y se encontró con Horrillo en Palencia. Llegaron a Valladolid, fueron a la meta y les gustó. La primera curva que exigía un trabajo de colocación después de llegar rectos bordeando el Pisuerga, el repecho progresivo donde ir ganando posiciones y subiendo de régimen el motor; el tramo final, donde hacer explotar toda la potencia contenida en felino salto. Ideal para Freire. 'Pero no voy a correr solo', advirtió, sin embargo, el ciclista que fue capaz de ganar un sprint en Burgos hace 15 días tras equivocarse de pancarta. 'También estará Zabel', dijo.
La idea era sencilla, como todo lo que hace Freire, el hombre que sólo aparece en el último segundo. Se trataba de ir cubierto, a rueda, hasta casi el final, hasta los últimos 50 metros. Se trataba de aparecer detrás de Zabel y superarle después de que el alemán se quedara solo al frente, una vez retirada de la faena la troupe magenta, el increíble Aldag, el coloso Hondo. Buena idea, pero no muy original. Lo mismo había pensado Robbie McEwen, un pequeño sprinter australiano que una vez fue capaz de ganar en los Campos Elíseos. McEwen también quería un sitio a rueda de Zabel y luchó por él.
Fue una pelea en toda regla. Freire lo contó diplomáticamente. 'A 400 metros de la meta tuve unos enganchones con un Domo y gasté muchas energías, perdí ahí las fuerzas, y ya sólo logré coger la rueda de Zabel, pero no pude remontar'. Edo, el catalán que llegó cuarto y vio con todo detalle la pugna, fue más claro. 'McEwen se hinchó a darle codazos a Freire para ganarle el sitio, pero no pudo'. McEwen, el Domo, llegó tercero. Horrillo fue séptimo, casi tan bueno como cuando amateur.
Dice Saiz que seguirá sin soplar el viento hoy, camino de León por el páramo de Villanubla y Tierra de Campos, y que tampoco habrá movimientos sorprendentes mañana, cuando se llega a Asturias. Habrá, entonces, ocasión de seguir disfrutando de la Vuelta de los finales emocionantes, o sea de las alegres llegadas apuradas entre Zabel, y su Telekom, y Freire. Se supone que ya sin la intromisión de los codazos de McEwen.
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