Roddick agota sus cartas
La gran promesa norteamericana sucumbe frente a la solidez del australiano Hewitt
A la batalla de los viejos rockeros en el Open de Estados Unidos le siguió el duelo de la nueva generación. Entre uno y otro no hubo grandes diferencias. Ése es el espectáculo que puede ofrecer el tenis actual: un combate de gladiadores dispuestos a pegar más fuerte, preparados para ser más precisos y olvidadizos de cualquier atisbo de imaginación. Los jugadores están cada vez más robotizados, cada vez cometen menos errores no forzados, cada vez ganan más puntos directos... Aparentemente, todo está inventado y estudiado. La fuerza y el físico, unidos a los nuevos materiales de las raquetas, son condiciones fundamentales en este juego que algunos historiadores, como el periodista italiano Gianni Clerici, afirman que ha dejado de ser tenis: 'Deberían buscarle otro nombre'.
En este contexto, jugadores del calibre del estadounidense Andy Roddick o el australiano Lleyton Hewitt se mueven como peces en el agua. Con sólo 19 años, Roddick se ha convertido en la promesa más fulgurante de su país. Se le considera ya el futuro, el sucesor de Pete Sampras y Andre Agassi. Y, realmente, tal como afirma él mismo, Roddick ha cogido lo mejor de estos dos grandes tenistas y ha creado su propio conglomerado. Tiene un gran saque, cuyo principal problema es que algunas veces va tan rápido que convierte la bola en invisible en las pantallas de la televisión. Y es capaz de realizar unas aceleraciones con sus golpes de fondo sólo comparables a las de Sampras, Agassi, el brasileño Gustavo Kuerten y el ruso Marat Safin.
Estas características han llevado a Roddick hasta el 15º puesto mundial y le han permitido atesorar una sonada victoria sobre Sampras, en Miami, y tres títulos del circuito: Houston, Atlanta y Washington. Pero sus armas no le bastan todavía para ganar un torneo del Grand Slam. En su primer año como profesional no ha superado la tercera ronda en Roland Garros y Wimbledon y ayer fue eliminado en los cuartos de final del Open estadounidense por otro valor emergente, pero mucho más experimentado, Hewitt, por 6-7 (5-7), 6-3, 6-4, 3-6 y 6-4 en tres horas y 40 minutos.
No es un mal bagaje. Al contrario. Sin embargo, en una pista central que no se inmutó por la llegada de la madrugada, Roddick evidenció que aún le falta madurar. Probablemente, ya ahora es mejor jugador que Hewitt, el cuarto del mundo. Pero éste, de 20 años, ya disputó las semifinales en la pasada edición y ha aprendido a jugar siempre a su máximo nivel y a controlar las situaciones adversas. Ayer, pese a saber que el 90% del público quería verle derrotado, no perdió la calma en ningún momento y se mantuvo sereno tras ceder la primera manga en el desempate y, sobre todo, cuando tuvo que afrontar dos bolas de break con 4-4 en la quinta y decisiva.
Ahí se jugó el partido. 'Roddick podía pensar entonces que estaba a punto de sacar para ganar', reflexionó Hewitt; 'pero, en cambio, en dos minutos se encontró con una bola de partido en contra'. Para un muchacho con sus aspiraciones y con sólo 19 años debió de ser duro. Pero a él se lo resultó más que el árbitro de silla modificara una decisión del juez de línea en el primer punto del último juego, que le colocó 0-15. Allí perdió los nervios y, probablemente, el partido. 'Si alguien me pregunta si aquella bola tuvo una gran influencia en la pérdida de mi último saque, la respuesta es sí', enfatizó Roddick; 'creo que fue patético. Ningún árbitro honesto habría cantado aquella pelota'.
Al final, Roddick perdió por un detalle que no pudo controlar. Y ahí demostró que el principal problema que deben afrontar los jugadores actuales es ser humanos. Hewitt disputará las semifinales ante el ruso Yevgeny Kafelnikov, que eliminó a un Kuerten falto de energía y de ilusión por seguir en el torneo.
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