El invierno de su descontento
El realizador británico Julian Temple tal vez no haya sido muy afortunado en su carrera en Hollywood pero sí ha conseguido un raro privilegio: reescribir una de las turbulentas historias ejemplares del rock. En 1980, Temple contribuyó a la mitificación de los Sex Pistols dirigiendo La gran estafa del rock 'n' roll, fantasía autocongratulatoria concebida por Malcolm McLaren, factótum del grupo. Años después, McLaren perdió la batalla legal con sus antiguos pupilos, que recuperaron su archivo cinematográfico y sonoro. Los supervivientes, asqueados por la anterior película y por ficciones como Sid y Nancy, ofrecieron a Temple la posibilidad de realizar un documental que contara su versión de lo ocurrido, que estableciera definitivamente que no eran las marionetas de McLaren. The filth and the fury (La mugre y la furia) toma su nombre de un titular de The Sun. El tabloide londinense cumplía sus funciones de dama escandalizada tras el combate verbal entre los Pistols y Billy Grundy, alcoholizado presentador de televisión que cayó en desgracia tras invitar al grupo a soltar palabrotas (la absurda entrevista es ahora analizada tan minuciosamente como una jugada futbolística). Se trata de un vertiginoso collage que se sustenta en 20 horas de filmaciones, la mayoría inéditas, que Temple descubrió cuando se estaban deteriorando en una cámara acorazada de Londres. Y se complementa con entrevistas donde, astutamente, no se muestra la cara actual de John Lydon o Steve Jones; las canas y las arrugas podrían despistarnos respecto a la gloriosa hazaña de aquellos ladronzuelos que, encabezados por un inadaptado de voz hiriente, dieron un golpe de mano que cambió el rumbo del rock.
LA MUGRE Y LA FURIA
Director: Julian Temple. Intérpretes: Paul Cook, Steve Jones, Glen Matlock, Johnny Rotten, Sid Vicious. Género: documental. Reino Unido, 2000. Duración: 101 minutos.
Eclosión del 'punk rock'
En La mugre y la furia, Temple explica la eclosión del punk rock siguiendo las pautas canónicas: un Reino Unido desgarrado por huelgas y violencia callejera, el distanciamiento de los dinosaurios del rock. Temple resulta más refrescante cuando enmarca a los Sex Pistols en la cultura británica, sumando imágenes del Ricardo III shakespeariano y de cómicos especializados en gags visuales. Su argumento es que se ignoró el humor provocativo de los Sex Pistols y que el Johnny Rotten deforme tenía numerosos precedentes, aunque eso no impidió que se convirtiera en la pesadilla de la Inglaterra que celebraba el Jubileo de Isabel II. Aún hoy asombra la animosidad que despertaron los Sex Pistols, con ediles y reverendos unidos para prohibir sus actuaciones. Era tanta la antipatía que en las listas de ventas se llegó a dejar un espacio en blanco para no reconocer que su chirriante Dios salve a la reina ocupaba el número uno. La belicosidad ambiental les acompañó en su gira fatal por Estados Unidos, donde un público que había oído inciertas campanas les lanzaba botes de cerveza o ¡una cabeza de cerdo! Lo que Malcolm McLaren justificaba como colosal acto de subversión con una voluntad artística de raíz situacionista fue realmente una tragedia humana y musical. El drama de un poderoso grupo desintegrándose tras poco más de dos años de vida. El miserable fallecimiento por sobredosis de Sid Vicious, tras el no menos sórdido homicidio de su novia, Nancy Spungen. De Sid Vicious se recupera una entrevista al aire libre notable por su descarnada lucidez. Hacia el final de La mugre y la furia, John Lydon, acerado personaje que ha convertido el sarcasmo en forma de vida, no puede evitar llorar cuando evoca al 'amigo muerto'.
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