Lucio y Navarro
Lo dicho. Este equipo tiene ángel de la guarda. Y encima, sabe de baloncesto. Lo demostró eligiendo acertadamente a los dos jugadores que debían resolver un partido de pesadilla, por la tensión y por lo rematadamente mal que jugaron ambos equipos. Sí, se puede hablar de la defensa agresiva de españoles y rusos, de la tensión por todo lo que se jugaban y muchas cosas más, pero la pura verdad es que el partido fue pésimo. Lo cual, por otro lado, es una gran noticia, pues este equipo gana jugando bien y tambien en un día malo, donde salvo la intensidad defensiva, poco se puede salvar.
El caso es que después de 38 minutos, el partido estaba más o menos como al principio. Y entonces el ángel de la guarda señaló con el dedo a un jugador impagable. Por lo que hace y por otras virtudes que no aparecen en la estadística pero que resultan fundamentales en cualquier plantilla. Lucio Angulo es de los que no se rinde nunca. Sale como si tuviese algo personal con los contrarios, y su cara de mala leche no se le quita hasta que el asunto ha sido resuelto. Cuando su equipo, sea el Madrid o la selección, da síntomas de flaqueza, ahí está Lucio para mantener el espíritu. Pelea, se pelea y su esfuerzo parece no tener fin. En un equipo de filigrana como éste que estamos disfrutando, alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Ese es Lucio. Por eso resulta de rotunda justicia que fuese él, con dos benditos robos de balón, el que diese el primero de los dos golpes que acabaron por hundir a los rusos.
El magnífico trabajo de Angulo lo remató otra joya de nombre Navarro. Lo que hizo le distingue como un jugador excepcional y de un valor incalculable. Llegaba el alero al final del partido con una de las peores rachas de tiro que se le recuerdan. Lo intentó todo el partido, pero no había forma humana de clavar un tiro o su famosa bomba. El balón rebotaba en el aro, o se salía, o llegaba uno de esos rusos de brazos interminables para molestar lo suficiente. La mayoría de los jugadores se hubiesen dado por vencidos, asumiendo que cuando no estás, no estás. Pero Navarro es diferente. Si ante Israel fue una, Rusia sufrió dos latigazos que le hundieron definitivamente en la miseria de luchar por el quinto puesto. Ahí radica su grandeza. En no desanimarse, en saber que su misión es esa, en tener la confianza suficiente para volver a intentarlo a pesar de unos antecedentes desalentadores.
Lucio y Navarro. Defensa y ataque. Dos jugadores muy diferentes pero con un punto común. Por encima de todo, dos ganadores. Dicen que un equipo no deja de ser un estado de ánimo. Probablemente en el ánimo de estos dos jugadores, o el de Alfonso Reyes, se encuentre una de la razones por las cuales España está ya en semifinales.
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