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Columna
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Las tres etapas de Martín Simón

La exposición de Martín Simón en el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria abarca tres etapas de su obra. El período vasco (de 1954 a 1960), el período surrealista (de 1972 a 1978) y la última época (de 1996 a 2001). El número de obras expuestas ronda las 130, incluidas tres esculturas.

Si los datos biográficos señalan que Martín Simón nació en 1940, quiere decirse que la ingente cantidad de óleos y gran parte de los dibujos mostrados en la exposición, correspondientes al primer período, los realizó el artista cuando no era más que un joven muchacho. Es una actitud valiente por parte de Martín Simón dejar al descubierto las impericias propias de un principiante.

Aun dentro de la escasa calidad pictórica que habita en óleos y dibujos de la etapa juvenil, en algunas de esas obras se atisban apuntes interesantes. Me referiero a dos obritas con el mismo título, Ría de Erandio, fechadas en 1955 y 1956, además de otra titulada Orduña (1959), así como en la nombrada Desembocadura del Cadagua (1958). En todas ellas se pone de manifiesto un tono ilusionante. Lástima que le falte el acompañamiento de la buena mano. En el retrato de su madre, Amatxu (1957), ha puesto, como es natural, todo el amor imaginable, aunque carece de interés fuera de lo que para el propio artista pueda suponer.

Hasta aquí queda reflejado lo más notable de la exposición. Es decir, su valentía para arrostrar públicamente los errores producto de un joven amante del arte, con una irrefrenable pasión por pintar.

La pintura que practica a partir de esa primera etapa gana en apariencia, mas no en calidad. Se trata de su período surrealista. Abundoso en influencias ajenas, el artista apunta algunas ideas, que no acaban por prosperar debido al handicap de la empobrecida y hasta torpe destreza manual.

Antes de abordar la última época, anotemos que en el primer período su firma es la de J. de Martín. En realidad el nombre completo es José Martín Simón. A partir del período surrealista empieza a firmar como Martín Simón. ¿Con ese cambio de firma Martín Simón quería dejar de ser él, para ser en adelante otros? La respuesta sólo a él le pertenece.

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En la denominada última época, Martín Simón se adentra en las grandes dimensiones. En su mayor parte no utiliza marco alguno. Se abona al mundo de las maderas en desuso. Recolecta un sinfín de puertas y ventanas viejas. Construye los cuadros en función de esas maderas. Por lo general las quema antes. Luego pinta encima e introduce recurrentes collages, de muy variada composición. Los cuadros llevan, por lo general, el inevitable remate de negros y escuetos trazos violentos exteriores.

Aunque de cara al público neófito las obras de esta última época puedan parecer altamente deslumbrantes, sin embargo, todas ellas son derivas de otros autores. En cada fragmento es posible palpar las influencias que vienen tanto de Rauschenberg, Lucio Muñoz, Tàpies y Millares, como de Guinovart, Manuel Rivera y Salvador Soria, así como de Motherwell, Jaspers Johns, Yves Klein, Schwitters e Indiana, entre otros. Incluso en las tres esculturas expuestas -dos de ellas, fechadas en 1997- percibimos la presencia de Berrocal y Paco Barón.

Un voluminoso y lujoso catálogo, editado con motivo de la exposición, viene a ser el testimonio en imágenes de una vida de artista consagrada al arte. En el frontis de ese catálogo podía muy bien haberse inscrito un epígrafe con unas palabras de T. S. Eliot que vienen al punto para la ocasión. Esto dice Eliot: 'El intento es lo que cuenta; lo demás no es cosa nuestra'.

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