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Una exposición ironiza en Girona sobre el arte requisado por el poder

'Confiscart' rememora la confiscación de las obras de 'Cap d'Art'

¿Puede el arte ser delito ecológico? ¿Tiene todavía el artista el poder de sulfurar con sus obras a las autoridades? ¿Pueden éstas retirar obras de arte como se llevan un coche mal aparcado? Esta y otras muchas preguntas suscita el incidente ocurrido hace un año en Cap de Creus con la exposición al aire libre Cap d'Art, confiscada por el Ayuntamiento de Cadaqués a los dos días de su inauguración. Wolfgang Berus, organizador de la exposición, ha convertido en ironía y arte la rabia que le causó esta decisión. Su instalación Confiscart, que se exhibirá desde mañana y hasta el 9 de septiembre en el centro cultural de La Mercè de Girona, establece paralelismos entre la confiscación física de obras de arte y la anulación de la creatividad.

Confiscart, instalación en la que se amontonan bultos embalados, algunos con forma humana, no deja de tener un cierto sabor de venganza por parte de Wolfgang Berus en un territorio más propicio: una sala municipal de una ciudad gobernada por los socialistas. El conflicto del Cap d'Art no puede entenderse sin conocer la pugna que se establece entre el Ayuntamiento de Cadaqués, gobernado por CiU, con una concepción decorativa del arte, y los artistas locales del Ateneo de Cadaqués, con planteamientos más radicales y vanguardistas.

Los artistas participantes en la cuarta edición de Cap d'Art se vieron sorprendidos con la confiscación por orden del Ayuntamiento de Cadaqués, el domingo 27 de agosto del año pasado, de todas las obras emplazadas en unos terrenos próximos al restaurante del faro por presunto delito ecológico. Todavía hoy las obras retiradas permanecen guardadas en un almacén municipal.

En la exposición de las obras, los artistas contaban con el beneplácito de la directora del parque natural del Cap de Creus y del propietario de los terrenos, así como con permisos de los departamentos de Agricultura y Medio Ambiente de la Generalitat. El Ayuntamiento de Cadaqués no emitió autorización alguna, pero consintió la inauguración de la cuarta edición de Cap d'Art, el 19 de agosto de 2000, sin intervenir. Actuó al día siguiente. La Policía Local se llevó las obras y acusó a los artistas del Ateneo de cometer un delito ecológico y de no haber pedido los correspondientes permisos municipales.

La obra que Wolfgang Berus exhibió en la exposición era una especie de alambrada que semejaba un campo de concentración, en alusión a las dificultades para desarrollar el arte en el interior de los espacios naturales protegidos. Las anteriores ediciones del Cap d'Art habían topado con reticencias y debieron sortear múltiples problemas burocráticos. Mientras Berus procedía a su montaje, enormemente dificultado por una incesante tramontana, un policía municipal le hizo saber su palmaria opinión: aquello no era arte. El alcalde, Àngel Baró, opinó lo mismo. Para las autoridades de Cadaqués aquello más bien tenía la amenazadora forma del delito ecológico.

El caso adquirió tintes políticos cuando un diputado socialista tildó de 'prepotente, cutre y reaccionaria' la actitud del alcalde de la población del Alt Empordà, y calificó a la corporación municipal de 'rancia' y de 'no respetar el funcionamiento de un sistema democrático con actitudes que atentan contra la libertad de expresión y la imagen de Cadaqués'.

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Toda la historia puede rastrearse en el catálogo de la instalación Confiscart, que desde mañana y durante una semana acoge el centro cultural de La Mercè de Girona. En lugar de los habituales ensayos sesudos de los críticos y comisarios, esta vez el catálogo reproduce los jugosos artículos periodísticos que glosaron la polémica.

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