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LA CRÓNICA
Columna
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Rusiñol en la MTV

Quizá para celebrar sus primeros 20 años de vida, la cadena televisiva MTV está bombardeando a sus fieles con el vídeo- corto promocional de la banda sonora de Moulin Rouge! No se trata de un remake de la película que John Huston dirigió en 1953, sino de un desenfrenado musical. Prepárense, pues, para el despliegue que se nos viene encima. Interpretada por Nicole Kidman, la película, ideada por Baz Luhrmann, llegará envuelta en una espectacular campaña de publicidad en la que brillará la banda sonora, acompañada de la reivindicación del corsé y del liguero como prendas lúbrico-íntimas y, como guinda cultural, de cierto interés por el pintor Toulouse-Lautrec y la Belle Époque. La industria del cotilleo también aprovechará la ocasión para insistir en su campaña pro-Nicole Kidman y anti-Tom Cruise con española Penélope de por medio y el ensordecedor interiorismo sentimental al uso. La banda sonora del nuevo Moulin Rouge! ya está arrasando y promete convertirse en un éxito superior al de la música de El diario de Bridget Jones utilizando sus mismas armas: la vampirización de viejos éxitos. En este caso, destaca el Nature boy interpretado por David Bowie, un popurrí con el Voulez vouz coucher avec moi ce soir a cargo de una explosiva pandilla formada por Christina Aguilera, Lil'Kim y Mya and Pink, y el desgarrado El tango de Roxanne, en el que José Feliciano presta su voz a la Roxanne de Sting.

La 'molinrougemanía' ataca. Para defenderse de ella conviene leer las crónicas parisienses de Rusiñol

Como dudo de que forme parte de este pack moulinrougesco, les sugiero que, a rebufo de la invasión de rojos chillones y cancanescas blondas, recuperen el libro Desde el molino, de Santiago Rusiñol, con ilustraciones de Ramon Casas (Parsifal ediciones, 1.900 pesetas). En 1894, Rusiñol mandó una serie de crónicas desde París que publicó La Vanguardia. El molino al que se refiere es un histórico monumento encaramado a Montmartre alrededor del cual pululaba una fauna excéntrica de bohemios endeudados y que probablemente inspiró a tantos locales de la época. Las crónicas, escritas con esa mezcla de desenfado y precisión tan propias de Rusiñol, recogen detalles de la vida de compatriotas en busca de la gloria y un jugoso catálogo de descripciones de tabernas, talleres artesanales y anécdotas varias sobre los noctámbulos más irredentos. En el capítulo dedicado a la vida nocturna de Montmartre, Rusiñol se refiere al Moulin Rouge del bulevar de Clichy en estos términos: 'Con sus ventanales y minaretes góticos, con la claridad interior que hace destacar sus caprichosas ojivas, con sus líneas, con sus líneas de globos encendidos y sus vidrios holandeses es el local que llama más extranjeros. A su luz se lanzan lo mismo que atolondradas mariposas (...); se enteran minuciosamente de todo y lo apuntan en su inseparable cartera, no fiándolo a la memoria; se aburren el tiempo que para ello han destinado, y se vuelven a su patria jactándose de que han conocido París en sus más recónditas intimidades'.

Cuenta Rusiñol que entonces estaban de moda las canciones españolas de pandereta, castañuela y puñal en la liga. Resulta curioso, pues, que, tantos años después, las castañuelas hayan sido sustituidas por piercings y pelos teñidos y por una estética que, a base de revolcarse por el fango cíclico de la revisión de viejas modas, recupera provisionalmente la memoria gracias a estruendosas campañas publicitarias auspiciadas por películas americanas financiadas por capital japonés.

Resumiendo: que, en los próximos meses, el viejo Moulin Rouge será el escenario exagerado e intenso ideado por el expansivo Luhrmann, y la forma de narrar aquellas noches rusiñolianas no se parecerá a la que eligió Toulouse-Lautrec para pintar sus cuadros y carteles (algunos de los cuales pueden verse en el destartalado museo que lleva su nombre en la relativamente cercana ciudad de Albi), ni el trazo sabio de Ramon Casas, sino la que, con métodos narrativos más contundentes, ha convertido a la MTV y a sus ideólogos en los que se encargan de revolucionar nuestra percepción de la realidad con, por ejemplo, clips tan sugerentes como el Eternity o el The road to Mandalay del cada vez más estupendo Robbie Williams o este alucinado, psicotrópico, prostibulario y glamouroso Moulin Rouge! del siglo XXI. Pero, aunque se dejen seducir por tanta pirotecnia digital, dediquen unos minutos a recordar a los roñosos soñadores que recorrían las calles de Montmartre. 'Aquí se recogen y se guardan los cantos populares, esas quejas y latidos del pueblo (...), aquí se crean las coplas picarescas que recorren el mundo de los cafés concierto; aquí se ponen en música las estrofas patrióticas que derriban a veces un gobierno o proclaman un dictador; aquí nacen las primeras notas que más tarde son semilla de musicales creaciones, y por el aire vagan y circulan, sin duda, los sonidos que dictan tantos cantares brotados espontáneamente en este barrio, como llovidos del cielo', escribía Rusiñol.

Ahora de todo esto se encarga la MTV y, en lugar de llover del cielo, los cantares brotan de las antenas parabólicas. Nada espontáneamente, por cierto.

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