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Columna
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Obscenidades

Me van a disculpar que salude poco, que me salte el tema de las vacaciones, de la fatiga del combate veraniego, del regreso a los colegios o del perdón de los pecados por el pasado salvaje de cualquiera de nosotros. Puede que otro día, pero ahora tengo prisa por decirles que me siento avergonzado por el comportamiento de algunos políticos del PP y del PSOE valencianos, que se dedican a discutir quién tuvo primero la original idea de crear un Instituto de Acreditación y Evaluación de las Prácticas Sanitarias, si fue la Junta de Andalucía o la Generalitat Valenciana.

La legionela valenciana sólo se superó a base de más legionela en otras comunidades, el contagio de hepatitis se olvida por aburrimiento, los fármacos presentan tan mal aspecto como las propias enfermedades y la hemodiálisis se asocia al fallecimiento de los pacientes, aunque todavía no se conozca 'la causa efecto', como dice un portavoz de Sanidad. Mientras todo esto ocurre frente a los ojos pasmados de enfermos y pretendientes, nuestros políticos debaten sobre quién fue primero, quién tuvo antes la brillante idea del Instituto, si fue la Junta o fue la Generalitat. Tanta delicadeza política hacia afectados, familiares y ciudadanos en general, merece ser contestada por todos. Por mi parte, ya que parecen no saberlo, estoy dispuesto a decirles quién fue primero. El origen de esos Institutos está en la picardía política, y ahora ya pueden continuar discutiendo si empezaron los socialistas o fueron los populares.

Los políticos locales se asustaron y algunos hasta se sonrojaron por el lugar que ocupaba la sanidad que administraban, cuando determinados organismos internacionales, europeos y estatales comenzaron a evaluar y clasificar el funcionamiento de los hospitales de distintas zonas geográficas. Sin embargo, en lugar de mejorar su política sanitaria, encontraron una solución tan sencilla como crear ellos mismos instituciones de evaluación. Así, además de controlar cualquier tipo de valoración o, al menos, contrarrestar las que fueran menos favorables, también podían presumir de ser los primeros en promocionar agencias tan modernas. Y todo por el módico precio, según la prensa, de 30 millones para su inmediata puesta en marcha. Si fuera rauda y veloz en lugar de inmediata le dan dos duros, uno para acreditar y el otro para evaluar. Así de clara está la cosa. Continúen ahora discutiendo a quién se le ocurrió primero una idea tan genial.

Puesto que el Instituto está ahí, aceptado por unos y por otros, deberían ponerse a debatir aspectos más interesantes para todos. Por ejemplo, cómo conseguir que tenga una independencia real de los organismos oficiales, de las presiones políticas y de los intereses económicos, que en sanidad son amplios y muy variados. Cuáles deberían ser las repercusiones prácticas de su actividad en el entorno inmediato de nuestra salud. Cómo se podría garantizar la divulgación pública e inmediata de todos los informes y actividades que realice ese organismo. Y otras muchas cosas parecidas.

Hay que reconocer que algunos han cambiado poco y se enteran menos de lo que está pasando a su alrededor. En lugar de mejorar las cosas y solucionar los problemas comunes, siguen obsesionados por el viejo y estúpido tema de quién fue el primero.

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