_
_
_
_
Placeres
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

EL HOTEL IDEAL

El Ángel de la Gastronomía, siempre decidido a ir hasta el fondo en su búsqueda de los placeres de la vida, le pregunta al señor Patanegra cómo debería ser para él el hotel perfecto.

-Puedes imaginar un hotel -le plantea el ángel de entrada- como un parque de atracciones o como un lugar de calma. Tú eliges.

-Yo prefiero la calma -responde sin dudarlo el señor Patanegra-. Me gusta, además, que sea un hotel para vivir, no sólo para dormir.

-Pues estarás conmigo, querido Patanegra, en que para que el hotel reúna condiciones ideales ha de tener como máximo de 40 a 60 habitaciones -dice el ángel-. Tendrá, además, varios restaurantes con distintos ambientes, varios bares y lugares adecuados para la lectura y la siesta. Porque no podemos olvidar que un hotel no son sólo sus habitaciones.

-No me parece mal -se anima el señor Patanegra-. ¿Y qué más debería tener?

-Pues, si es un lugar de reposo, tendrá una piscina no demasiado grande y unas jaimas a su alrededor, donde podrás tumbarte a leer o a hacer la siesta. O, simplemente, a dejar que pase el tiempo sin agobios.

-Pero tú me estás hablando de un hotel de lujo -salta el señor Patanegra-. O sea, de un hotel caro de esos con grandes espacios.

-El auténtico lujo no lo marcan un vestíbulo enorme y unas habitaciones grandes, sino la sensibilidad y las emociones. El lujo puede ser, por ejemplo, disponer de un lugar para disfrutar tranquilamente de la luna llena. Sólo para unos pocos. O para admirar el amanecer.

-¿Y cómo te gusta que sea el servicio? -prosigue el señor Patanegra-. Porque a mí me molestan esos camareros que siempre están mirándome, que se nota que están pendientes de ti. Me siento como si me vigilaran.

-El servicio tiene que conseguir que te sientas como en casa, o mejor que en casa, pero nunca tiene que ser demasiado insistente. Y no está mal que por la mañana te traigan el diario en el idioma que quieras.

-¿Y habrá televisión en las habitaciones?

-No tiene por qué, aunque el que la quiera, puede pedirla, por supuesto.

-Y la recepción, ¿cómo sería?

-No debería parecer una recepción. La bienvenida es muy importante y, por tanto, hay que dar un trato personalizado al cliente. No hay que hacerle esperar. Puede haber varias mesas para recibir a los clientes, en vez de un único mostrador.

-¿Y cómo se organiza lo del comer?

-Debe haber a lo largo del día cuatro o cinco sitios donde poder comer, aunque no tienen que estar todos abiertos a la vez. El lugar donde se desayuna no tiene que ser el mismo donde se come o se cena. Cada comedor ha de tener su propio ambiente. Lo mismo pasa con los bares. Habrá dos o tres para poder ir cambiando.

-¿Y en todos los restaurantes se hará la misma comida?

-No. Cada uno tendrá su propia personalidad, aunque es bueno que uno de los lugares sirva comida autóctona.

-¿Y qué te parece lo de que te traigan la comida a la habitación?

-Para mí tendría que anularse. No vale encerrarse en la habitación. ¡Ah! Y nunca hay que ir solo a un hotel de estas características. Porque las noches solitarias son muy aburridas.

-Dime, ángel -pregunta guiñando un ojo el señor Patanegra-. Además de los que me has enseñado, ¿hay otros placeres?

-Por supuesto.

-¿Y cuáles son?

-No está en mi mano revelártelos, Patanegra -se ruboriza el ángel-. Te recuerdo que yo soy especialista en gastronomía. Para aprender sobre otros placeres tendrás que acudir a otros negociados, y no precisamente angelicales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_