El Deportivo empieza pegando
El cuadro de Irureta muestra su contundencia al Valladolid
El Deportivo empezó la Liga al más puro estilo de la casa. Aburrió y se aburrió durante medio partido y hasta consintió que el Valladolid se hiciese ilusiones de repetir su hazaña de la temporada pasada, en la que fue el único equipo que logró ganar en Riazor. Pero el cuadro gallego se sacudió la pereza a tiempo y, en cuanto pudo arrinconar un poco a su rival, sacó su tremenda pegada. A remate limpio, los jugadores de Irureta apenas necesitaron unos minutos para echar del partido a sus rivales.
Media hora antes de comenzar el choque, atronó el cielo y cayó sobre A Coruña una furiosa tormenta de verano. Entre el calor y la humedad, el día quedó muy pesado, para sentarse debajo del ventilador con una cerveza fría. Eso mismo debió de pensar el Deportivo, porque salió al campo con una pachorra tal que al cuarto de hora la gente ya andaba con la mosca detrás de la oreja e Irureta se descomponía en gestos de impaciencia. Sólo el Valladolid parecía ser consciente de que la Liga ya había comenzado.
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Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Djorovic, Naybet, Romero; Víctor, Valerón, Mauro Silva, Amavisca (Sergio m. 59); Tristán (Scaloni, m. 77) y Makaay (Pandiani, m. 80). Valladolid: Ricardo; Torres Gómez, Peña, Tena, Marcos; Ricchetti (Baraja, m. 73) Lozano (Eusebio, m. 46); F. Sales, Fernando, Chema (Cuathémoc, m. 58); y Tote. Goles: 1-0. M. 45. Largo barullo dentro del área y remate de Víctor. 2-0. M. 62. Centro de Víctor desde la izquierda que controla Tristán para, ante la salida del portero, mandar una vaselina que Valerón cabecea. 3-0. M. 67. Makaay, de tiro raso. 4-0. M. 69. Tristán, en el punto de penalti, a pase de Víctor. Árbitro: Muñiz Fernández. Amonestó a Ricchetti y Amavisca. Unos 30.000 espectadores.
La tormenta no sólo empapó de indolencia al Deportivo, sino que encharcó el césped, un fenómeno muy natural del que los jugadores locales no se dieron por enterados. Irureta había sacado un equipo muy pelotero, con Valerón junto a Mauro Silva en el medio centro y Makaay y Tristán en punta. Los chicos querían tocarla, lo que está muy bien siempre que la superficie lo permita. Y hasta que la hierba fue secándose Riazor no lo permitía. Al Valladolid le fue mejor porque estaba más atento y supo lo que tenía que hacer. Bien organizado en el centro, esperó a robar el balón para meterlo largo arriba, buscando el hueco detrás de la defensa. Y la zaga del Deportivo era la que con más entusiasmo había acogido la idea del ventilador y la cerveza. No es que el cuadro local pasara agobios tremendos, pero el choque parecía más listo para su rival.
Hasta el descanso, el partido fue como la atmósfera, pesado, cargante y monótono. Hasta la media hora, el grupo de Irureta no acabó de decidirse a iniciar la Liga de verdad y los porteros podían haberse ido del chiringuito, que nadie les habría robado sus enseres. Sólo Tristán, que anda como un tiro, demostraba ganas de resolver el partido. Tras su fulgurante cierre de la campaña pasada y su ascenso a la selección, Tristán anuncia grandes cosas. De momento, ya no se le ve aquel desinterés de hace unos meses, cuando tan pronto conseguía un gol maravilloso como se quitaba de en medio para dedicarse a la meditación trascendental en pleno césped.
Como en tantas ocasiones, el Deportivo sólo necesitó querer el gol para obtenerlo inmediatamente. Con el césped ya más seco, fue apretando poco a poco y, sin anunciarlo demasiado, acabó poniéndose por delante en el momento de irse al descanso, cuando Víctor aprovechó una confusa jugada dentro del área. Pero llegó el intermedio y al Deportivo volvió a entrarle la pereza. Justo lo contrario que al Valladolid, que empezó la segunda parte a toda pastilla bajo la experta dirección del eterno Eusebio. Y esta vez sí que el Deportivo pasó apuros de verdad, porque Fernando Sales rondó el gol en un par de ocasiones. En la primera se lo impidió el poste y en la segunda la providencial bota de Djorovic.
El Deportivo tuvo que espabilarse por segunda vez y volvió a comprobar que el gol es, sobre todo, cuestión de buscarlo. El segundo lo marcó Valerón, pero el mérito volvió a ser de Tristán, que controló un balón muy difícil y superó la salida del portero con una vaselina de gran sutileza. El Valladolid quedó sin sentido, y el cuadro de Irureta repitió lo que suele hacer habitualmente: se lió a mamporros con el rival y, en siete minutos, lo dejó amoratado, con una goleada que el cuadro de Moré no merecía.
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