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Los belgas y las minorías

Nosaltres els belgues'. Esto es un viaje por diferentes situaciones lingüísticas que uno encuentra en sí mismo, o a pocos metros de sí mismo. El viaje empezó a varios miles de metros de Barcelona, en un Perpiñán que parcialmente celebraba el 14 de Julio, fecha en la que la ciudadanía de París tomó la Bastilla y liberó al Marqués de Sade. Hasta que la revolución lo volvió a enchironar. Y a tirar la llave. Uno lo piensa y resulta que, consecuentemente, Sade es una metáfora que diferencia la Revolución Europea -es decir, la francesa-, de la Revolución Americana -es decir, la norteamericana-. Sade, una verbalización de la vida privada, son los derechos individuales. Es curioso, pero ambas revoluciones fijan, consecuentemente, dos tendencias de los derechos lingüísticos diferentes. O dos sadismos diferentes. En Estados Unidos la lengua tiende a ser un derecho o una opción individual -en los USA no hay lengua oficial federal-, mientras que en Europa las lenguas sólo son derechos colectivos -si una lengua no es oficial no existe, desaparece, o todo eso junto-. Los dos modelos de bilingüismo más difundidos son también, respectivamente, un modelo americano y otro europeo. El modelo canadiense y el modelo belga. En Canadá, uno tiene derecho a escolarizarse en francés o inglés independientemente de donde nazca. En Bélgica, uno tiene derecho a escolarizarse en flamenco o en francés dependiendo de donde viva. Nosotros somos belgas. Entre nosotros, los belgas, si no perteneces a una comunidad lingüística reconocida por el Estado, o no vives en ella, estás perdido. Uno puede pensar que tampoco nos va tan mal como belgas. Pero también puede pensar, por el mismo precio, que las dos guerras mundiales del siglo XX -o las 1.345 guerras mundiales, si contamos las balcánicas-, fueron, básicamente, entre belgas.

'Una lengua es una lengua, y no se mide por su número de hablantes, sino por sí misma. La medida numeral, en lenguas, es fascismo', afirma Frederic Vergés, del Departament der Lingüística der Aranés

- La importancia de ser belga. Hola. Estoy en el Val d'Aran, un territorio con lengua propia. El aranés, un dialecto del gascón, a su vez, un dialecto del occitano, a su vez la lengua europea que separa(¿ba?) las lenguas peninsulares del francés, hablada desde el Atlántico hasta Italia que, a su vez, posee el récord de desaparición de hablantes en los últimos 60 años. El aranés es una lengua occitana hablada por 5.000 personas. Hay otras microlenguas en la península, en Europa y en el mundo. Un día me fui a escuchar una que no es belga, el friulano, a un valle alpino. No la escuché. Supongo que habían llegado los belgas y se la habían llevado. La rareza del aranés es que es una lengua belga sin Estado, en una zona políticamente autónoma dentro de una autonomía en la que se habla otra lengua sin Estado, que en la aplicación de los derechos lingüísticos de los araneses ha ido más lejos de lo que una lectura perezosa de la Constitución exige. De lo que se deduce que las constituciones belgas, además de reformables, son interpretables.

- Las Bélgicas precarias. Jusèp Loís Sans, coordinador de la Oficina de Foment e Ensenhament der Aranés, explica la normalización de la lengua desde la recuperación de la autonomía local -el Conselh Generau d'Aran, con competencias en materia lingüística-, perdida cuando Fernando VII, un monarca sobre el cual sólo se puede lanzar este mensaje positivo: sufría priapismo. 'Ha sido un proceso similar al que supuso el catalán, en la misma línea y con los mismos problemas: la falta aún mayor de medios de comunicación' -hay una hora de aranés diaria en radio, 10 minutos televisivos semanales y ningún periódico- 'y la presión aún mayor del castellano'. De hecho, en 10 años el uso del aranés ha bajado un 50% -lo utiliza el 30% de la población-, frente al castellano, que ha duplicado su uso -lo utiliza el 60%-. En la escuela se practica una especie de inmersión lingüística. Todos los niños aprenden a leer en aranés. A los ocho años se tiende hacia un equilibrio entre castellano y catalán. La educación es una garantía para el futuro de la lengua. La otra es la política. 'Si quieres hacer política aquí, la tienes que hacer en aranés'.

- Incluso Bélgica es pequeña. Hablo con Frederic Vergés, presidente del Departament de Lingüística der Aranés, un hombre cabal con el que da gusto hablar de la vida mientras se bebe vinorrio, como es el caso. Justifica la enseñanza de su lengua pequeña: 'Un chaval de aquí tiene nociones de cinco lenguas cuando empieza ESO. Creo que formamos ciudadanos del mundo, y que un niño formado aquí no tiene prejuicios'. 'Nuestra lengua permite leer a los trovadores, a clásicos traducidos al occitano y a la literatura occitana actual, una lengua sin Estado que publica más que el gaélico, que es una lengua con Estado'. Y luego la justifica planteando lo que, me parece, es el caso de la cosa: 'Una lengua es una lengua, y no se mide por su número de hablantes, sino por sí misma. La medida numeral, en lenguas, es fascismo'. O somos belgas todos, o nadie podrá ser belga.

Una panadería en Vielha.
Una panadería en Vielha.HERMÍNIA SIRVENT
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