Schumacher es la fórmula 1
El piloto alemán vence en Hungría y conquista por cuarta vez el mundial
Michael Schumacher ratificó punto por punto su hegemonía en la fórmula 1. No había dudas sobre su triunfo en Hugaroring y, llegada la carrera, después de una vuelta rápida memorable en los entrenamientos del sábado, no dejó que nadie ni nada perturbara su marcha hacia la meta, hacia la victoria, hacia el título, hacia el tetracampeonato. El suyo fue un triunfo inmaculado, arrogante si se quiere, reflejo de su trabajo metódico y carácter engreído, tanto que en los talleres de Ferrari más de una vez se han escuchado murmuraciones tales como: 'Si no fueses campeón, te iba a aguantar otro'. No solamente es el mejor piloto sino que consigue que su coche sea el más rápido. Ferrari ya no es únicamente un mito, una escudería para visitar por su grandeza e historia, sino que vuelve a ser una firma campeona (11 títulos), inalcanzable aún para los Williams-BMW, una vez que los McLaren-Mercedes parecen superados por todos los flancos.
Con su victoria de ayer, de una tacada empezaron a temblar récords históricos que hablan de la grandeza de Schumacher: Fangio es el único que le supera en títulos mundiales (cinco) después de igualar los cuatro de Prost y suma también las mismas victorias que el francés (51) y aún le quedan cuatro pruebas para batir el récord este mismo año. Únicamente le queda atrapar a Fangio en títulos, a Prost en puntos y a Senna en primeros puestos en la parrilla de salida. No es extraño pues que hoy ya se hable de Michael Schumacher como el mejor piloto de la historia.
A sus 32 años, todavía le quedan tres o cuatro temporadas por competir al máximo nivel, por lo que sus registros pueden mejorar. Los récords son un buen estímulo para el alemán, un piloto voraz y, al tiempo, completo. Pocos se preparan como él, fuerte psicológicamente y con un cuerpo propio de atleta, trabajado en el gimnasio y en los rockódromos. Schumi no admite descuidos personales ni en el equipo y exige sumisión incluso al segundo piloto de la escudería y un buen puñado de millones: unos 12.000 al año. A cambio ofrece la victoria, cada vez más limpia, indiscutible, alejada de las pugnas que tuvo en otro tiempo con quienes se cruzaban en su camino hacia la leyenda. Y para que la historia tenga todos los ingredientes, el principal piloto que hoy parece dispuesto a discutirle su jerarquía no es otro que su hermano pequeño Ralf.
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