_
_
_
_
_
Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO

La polvorilla de Palencia

Santiago Segurola

Antes, mucho antes, que el atletismo estaban el fútbol y todos aquellos juegos que pusieran a prueba el carácter hiperactivo de Marta Domínguez. De niña, jugaba al fútbol con su hermana y una compañera del colegio. Y, cuando no era con la pelota, empezaba con la peonza o las chapas. La típica polvorilla que tiene cicatrices en las piernas de aquellos años. Si había que competir o pelear, siempre daba el primer paso. Y, si había que llamar a todos los chavales del barrio para jugar, también era la primera. Por ahí comenzó en el atletismo.

Un día llamó a unos amigos para jugar un partido y ellos le respondieron que no podían. 'Hoy, no; tenemos que entrenarnos para correr', le contestaron. Pues a correr. Ése fue su inicio como atleta. 'Hacíamos de todo: correr, saltar, lanzar. A mí me gustaba. Aquello iba con mi forma de ser', comenta Marta. Un tío de sus amigos era el entrenador del grupo. Un año después, llegó el que forjaría su carrera deportiva. Mariano Díez es el técnico que la ha dirigido desde niña. No tuvo dudas cuando la vio: tenía que entrenarse para las pruebas de fondo. 'Por mi tipología, sólo podía correr'.

Más información
'Soy una mujer de todo o nada'

Baja de estatura, compacta, con una determinación que no la ha abandonado desde su etapa juvenil, Marta ha seguido la tradición de los grandes mediofondistas y fondistas castellanos. Como el inolvidable Mariano Haro, es natural de Palencia. Y, como Haro, no encuentra obstáculos suficientes que la detengan. Cuando corre, no tiene miedo ante nadie. Cree que su desbordante energía es de familia, de una saga numerosa que funciona al modo de las películas italianas. 'Mi madre tiene ocho hermanos y yo tengo cuatro, tres chicas y un chico. Cuando se reúne toda la familia para los cumpleaños, nos juntamos 40 personas'. Habla de su familia con tanto afecto que se le ilumina la cara, ya sonriente por naturaleza. Fueron sus tíos quienes le regalaron la cinta rosa que jamás se olvida de llevar en las carreras. Se trata de un fetiche y del recuerdo de lo que significa su familia para ella.

Su historial como atleta viene de lejos. En cada categoría ha sido la mejor de España. Como júnior, fue campeona de Europa de los 1.500 metros. Un año después, en 1994, logró la medalla de plata en los Mundiales. A diferencia de otras grandes promesas truncadas, no se sintió abrumada en la siguiente escala, con la única particularidad de que su futuro no estaba en el 1.500. 'Allí no tenía nada que hacer porque me faltaba la punta de velocidad en la última vuelta y, como tengo muy mal perder, me pasé al 3.000 y el 5.000'.

Su traslado a las distancias superiores significó un éxito inmediato. Habitual en las competiciones de pista cubierta, en las que ha logrado tres medallas de bronce en los Campeonatos de Europa, su consagración en las competiciones de verano se produjo en los Europeos de Budapest 98. Obtuvo el tercer puesto en los 5.000 y se convenció de sus posibilidades frente a las mejores. Nunca le ha faltado fe. Se agarra a la pista como pocas, con un coraje que no la ha abandonado desde su niñez, cuando desafiaba a todos los chicos del barrio.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_