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Crónica:Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cada vez más cerca, pero aún lejos

Alberto García, quinto en los 5.000 metros, en los que se impuso el keniano Limo

Carlos Arribas

Alberto García, la última esperanza blanca para mellar la superioridad africana en las pruebas de fondo, terminó el quinto tras una extraordinaria carrera. Fue el primer europeo de unos 5.000 metros corridos a ritmo de reunión internacional y en los que la inteligencia keniana, el trabajo en equipo, doblegó una vez más, como ya lo había hecho en los 10.000, a la velocidad etíope y desactivó la amenaza argelina de Ali Saidi-Sief. Con un potente cambio de ritmo en la última curva, Richard Limo, el último de los kenianos, le superó y se proclamó campeón. El bronce fue para el campeón olímpico, el etíope Million Wolde.

Como Luismi Berlanas en los 3.000 metros obstáculos y Fabián Roncero en los 10.000, García, el fondista de Vallecas, estuvo toda la carrera cerca de donde se cocían los asuntos, en el meollo de la cuestión. Cerca, hasta el momento decisivo, poco antes de la última vuelta, los últimos 600 metros, la distancia en la que todos los esfuerzos y las tácticas deben cristalizar. Entonces vio, como Berlanas o Roncero, que una vez más el podio estaba imposible, que los africanos son superiores. Pero también vio algo nuevo: cada vez hay menos distancia entre un continente y otro.

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'Cada vez estoy más cerca y fui el primer blanco', concluyó García; 'pude ver la carrera de cerca y actuar en ella. En los último 600 metros vi imposibles las medallas, pero no me hundí y luché por ser el cuarto o el quinto'. Era un hombre agotado, pero feliz: 'He hecho todo lo que he podido. He salido valiente, sin miedo. He hecho una gran carrera'.

En fase agónica ya, con las piernas ardiendo y los pulmones incapaces de procesar el oxígeno que les reclamaban los músculos, García se convirtió en los últimos 200 metros en una furia capaz de remontar y adelantar al francés de origen marroquí Ismail Sghyr, que luego fue descalificado por un uso excesivo de los codos ante sus rivales. Ya no pudo, en cambio, con otro keniano, John Kibowen. Fue un final de asfixia para una prueba corrida como un sprint desde el comiento. Ése fue el mérito keniano. Un impecable trabajo de demolición en equipo, como en los 10.000 metros que supusieron el destronamiento de Haile Gebreselassie.

En esta ocasión la faena era más complicada. Aparte de a los etíopes, había que neutralizar a Saidi-Sief, muy rápido, un especialista de los 1.500 metros capaz de bajar de los 3m 30s y que, como en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 , se pasó a última ahora a los cinco kilómetros huyendo del marroquí El Guerruj y que, como en Australia, terminó el segundo después de exhibir una más que limitada capacidad estratégica. Además, estaba muy nervioso. Agobiado. 'Ya sabía que Saidi-Sief no iba a ganar', dijo luego García; 'le vi la cara en la cámara de llamadas y supe que no iba a hacerlo'.

La sospecha se tornó en certeza en los primeros 400 metros. Dos kenianos fortísimos delante, Sammy Kipketer y Limo, y un ritmo de infierno: 59s. Una exageración. Como si fueran a batir el récord mundial. 'Los kenianos salieron a muerte', explicó García. En los 600 se quedó solo delante Kipketer, el más joven, 20 años, de los tres kenianos, el sacrificado por la causa. Él machacó al argelino, minó a los etíopes, destrozó al resto: 2m 32s en los primeros 1.000. Como si fuera una carrera de 3.000. Kipketer abrió hueco, lo tensó todo y logró que los etíopes tiraran fuerte detrás y que Saidi-Sief, que ya no soportaba la presión, perdiera el norte definitivamente y que, poco a poco, a García se le acabaran las reservas.

A los 3.000 metros Saidi-Sief ya no resistió más y empezó a labrarse su desastre. Aceleró el ritmo, alcanzó a Kipketer y siguió delante. Como si fuera capaz de irse solo simplemente basándose en acelerones sostenidos desde la cabeza, como si fuera a quitarse de encima a todos sus seguidores simplemente forzando la marcha de vez en cuando. 'Es el problema de los atletas que apenas corren pruebas tácticas. Los corredores de reuniones, acostumbrados a las liebres, se echan atrás normalmente cuando se quita de en medio el que marca el ritmo', comentó García, 'y, si se les sube gente a la chepa, se ponen nerviosos y no saben qué hacer'.

Así le pasó a Saidi-Sief. Gastó todas sus energías en pequeños ataques desde lejos, ineficaces ante los kenianos y los etíopes. Sólo logró seleccionar al trío que se jugaría las medallas. Para ganar el oro le faltaron las fuerzas en la última recta.

Alberto García, en un momento de la final.
Alberto García, en un momento de la final.EPA

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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