El nuevo diamante de la velocidad
A sus 18 años, Lewis-Francis ya ha adquirido la magnitud de los atletas sagrados
Ya ocurrió una vez. Jon Landau, reportero de la revista Rolling Stone, acudió al concierto de un desconocido músico de New Jersey. Cuando terminó la sesión, envió una entusiasta crónica encabezada por una profecía: 'He visto el futuro del rock&roll. Se llama Bruce Springsteen'. Algo parecido sucede con un muchacho de los arrabales de Birminghan (Inglaterra), descendiente de una familia originaria de Jamaica, tan joven que todavía participa mayoritariamente en competiciones juveniles, donde no encuentra rival posible. Sus rivales son las estrellas de la velocidad, gente del calibre de Maurice Greene, Ato Boldon, Dwain Chambers o Tim Montgomery. Eso significa que Mark Lewis-Francis en un adelantado a su tiempo, y así se confirmó en la segunda ronda de clasificación de los 100 metros en Edmonton, donde su precocidad quedó registrada en una marca sideral: 9,97 segundos.
Lewis sólo tiene 18 años, pero su nombre ha adquirido en apenas dos años la magnitud de otro Lewis sagrado. Como Carl, el velocista británico ha quemado etapas vertiginosamente. Con 14 años rompió la barrera de los 11 segundos. Dos años después corría los 100 metros en 10,30s y vencía con facilidad a atletas dos y tres años mayores que él. Las hazañas del joven Lewis eran moneda común en los corrillos de atletas. Fue entonces cuando Donovan Bailey, campeón mundial y olímpico, se expresó en los mismos términos que Landau con respecto a Springsteen. 'Mark Lewis ganará los 100 metros en los Juegos de Atenas', declaró el canadiense hace dos años.
En los últimos meses, Lewis-Francis ha superado las previsiones. El pasado año consiguió un puesto en el equipo olímpico, pero decidió rechazar la oportunidad. 'Soy demasiado joven para someterme a tanta presión'. Prefirió enfocar la recta final de la temporada en otra dirección: el campeonato del mundo junior. Lo ganó, por supuesto. Y lo hizo con la clase de autoridad que está reservada a los elegidos. La categoría junior se le ha quedado muy corta en esta temporada, de manera que ha buscado nuevos desafíos. Siempre con éxito. En la Copa de Europa de naciones que se disputó apenas hace un mes en Bremen, Lewis sustituyó a última hora a Darren Campbell, uno de los mejores sprinters británicos. No se dejó impresionar y ganó con 10,10 segundos. En Edmonton se le ha ido la mano: ganó la segunda ronda con 9,97s, marca que no fue homologada por un error en el sistema de medición del viento. Pero ese dato es irrelevante comparado con la sensación que produjo el nuevo diamante de la velocidad.
Como la inmensa mayoría de los velocistas británicos, Mark Lewis tiene sus raíces en Jamaica. De allí son sus padres. Mark es el segundo de los seis hijos de la familia, establecida en Darlaston, en los suburbios industriales de Birminghan. Su padre decidió abandonar Inglaterra hace dos años para regresar con sus dos hijos pequeños a Jamaica, donde abrió un restaurante. Lewis decidió vivir con su madre, una mujer estricta que le obliga a responsabilizarse de las tareas domésticas. En la pista, su director es Steve Platt, ingeniero en una factoría de Walsall y entrenador en las horas libres de los Birchfield Harriers, uno de los mejores equipos de atletismo de Inglaterra.
Platt descubrió el talento de Lewis con 12 años. 'Tenía algo especial, pero no le dediqué demasiada atención. Nunca te puedes fiar de atletas tan prometedores a una edad demasiado temprana'. Pero Lewis no desmayaba. 'Con 15 años ganó el campeonato escolar de Inglaterra. Logró una marca de 10,5 segundos. Entonces comprendí que el chico era un elegido de la velocidad'. Los éxitos no han alterado el carácter de Mark, un atleta extrovertido que todavía está por construir. Mide 1,83 y pesa 84 kilos, pero no está cincelado como los rivales que se ha encontrado en Edmonton. Ni tiene la definición muscular de Greene o Chambers, ni la técnica de los grandes especialistas. Simplemente corre. Muy rápido. Tanto que se ha convertido en el hombre del futuro.
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