Brava corrida de Cebada Gago
Salvo el segundo toro de la corrida, que Juan José Padilla no nos dejó ver, la corrida de Cebada Gago tuvo mucha vibración por la bravura que atesoraron los otros cinco toros. Si bien el primero estuvo un poco justo de fuerzas, el tercero, cuarto, quinto y sexto tuvieron mucho poder, en especial los tres últimos, que eran tres toracos de mucho peso y respeto.
A todos los ejemplares les pegaron muy fuerte en varas. El quinto sacó una fuerza descomunal. Echó por tierra a los dos varilargueros. Era un toro a la antigua. Se hizo el amo del ruedo, pero sin sacar maldad por ninguna parte. Todo lo contrario, lo que tenía era raza brava y ganas de comerse los engaños. Quizá la apariencia de estos tres toros últimos, un tanto desproporcionada anatómicamente, sin embargo la calidad hacía que nos olvidáramos pronto de su apariencia bastota. Eso pasa cuando los toros embisten con codicia y transmisión.
Cebada / Liria, Padilla, Marco
Toros de Cebada Gago: desiguales de presentación y bravos en general. Pepín Liria: media estocada y descabello (ovación); estocada tendida (silencio); tres pinchazos, estocada y descabello (pitos); Francisco Marco: dos pinchazos y estocada caída (saludos); cuatro pinchazos y dos descabellos (aplausos). Plaza de Azpeitia, 31 de julio. 1ª corrida de feria. Lleno.
Caso aparte merece no la actuación de Juan José Padilla, sino que haya ido a torear en condiciones que, al parecer, no son normales. Todos sabemos que arrastra una cogida grave que le propinó un toro de Miura en Pamplona. El público no puede ir a la plaza pensando que debe disculpar al torero por esa lesión, que el diestro se ha saltado 'a la torera'. El público paga y quiere ver al torero con todas sus facultades íntegras, sin que tengan que advertirle de que el torero acaba de salir de una cogida.
Es posible que el propio Padilla dijera para sus adentros algo así como que 'el quinto era demasiado toro para mi herida'. Hubo un momento en ese quinto que la cosa iba para escándalo mayúsculo. Al final, el público se conformó con llenar de almohadillas el ruedo.
Pepín Liria se dio cuenta demasiado tarde de que su primer toro tenía un pitón izquierdo que era una golosina. Pero como se acostumbra en el toreo moderno a iniciar las faenas con la mano derecha, de esa manera estuvo pesadito, instrumentando derechazos sin ligar y sin calidad. En cuanto tomó la mano izquierda, el toro iba por ese pitón como se ha dicho antes: de ensueño. Era una faena para haber cortado orejas si el diestro hubiera estado atento a lo que tenía que estar. En su segundo toro, ahí salió el Padilla que todos conocemos. Inició la faena con rodillas en tierra, y después tiró de repertorio, tanto derechazos como naturales, con mucho poder, con emotividad. Remató la faena con unos pases para la galería, el público pidió una oreja y, al no serle concedida, abroncó al presidente.
El navarro Francisco Marco dio dos versiones. En su primero anduvo bailando toda la faena. No acabó de mandar. Demasiados pies en movimiento. Hizo un toreo escayolado. En su segundo estuvo más centrado, sin bailar, instrumentando pases con cierto gusto y relajado. Todo lo contrario de la actuación con su primero.
La mayor ovación de la tarde se la llevó el banderillero del torero navarro, apodado El Chano. Puso dos pares excelentes, sobre todo el segundo, que le supo al respetable a gloria. Fue premiado con una gran ovación.
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