Cuando llegue septiembre
No se puede desdeñar que entre las ventajas del verano figure la de acomodarse en un bungaló sin tele a fin de preservarse en lo posible de las furiosas dentelladas de una programación tan burbujeante como la espuma de detergente
Lo bueno de saber que septiembre volverá antes o después es que entonces la programación televisiva será un poquito menos pasmosa de lo que ofrece en el raquítico verano. El otro día, en nuestro canal autonómico, donde cualquier atrocidad tiene su sitio, una incombustible María Abradelo presentaba uno de esos temibles espacios en los que cantan un puñado de desconocidos deseosos de saltar al estrellato. Un aspirante destrozaba a conciencia Soy un truhán, soy un señor, autobiografía incompleta de Julio Iglesias, acompañado de uno de esos cuerpos de baile que -como ocurre tantas veces en la danza contemporánea de creación de danza contemporánea- imitan en vano a las entusiastas animadoras deportivas, y el resumen de ese subrayado exento de toda pretensión cómica es que resultaba más hilarante que el divertido homenaje a esa canción en el Manicómic de El Tricicle.
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