Entre brujas y ferrerías
Zalla ofrece un interesante recorrido de sabor medieval alrededor del solar de Bolunburu
El avance de las nuevas infraestructuras y la extensión de las poblaciones hacia lugares hasta ahora dedicados a la agricultura y la ganadería han corrido parejos con la pérdida de fervor religioso y el abandono de la industria del hierro. Un poco de todo esto se puede vislumbrar en el recorrido que sale de la localidad de Zalla, en las Encartaciones vizcaínas, y toma el camino hacia Balmaseda: tras pasar por la ermita de San Pedro de Zarikete llega al barrio de La Herrera, con el complejo monumental de Bolunburu como lugar de descanso.
Las Encartaciones es una comarca caracterizada por un peculiar sentido de la independencia que, por ejemplo, le ha llevado en más de una ocasión en su historia a desligarse del Señorío de Vizcaya. Algo de esa idiosincrasia se puede rastrear en la relación que cada uno de los municipios mantiene con el resto, quizás por su repoblación más obligada que voluntaria. Ese es el origen de la denominación de encartado, para referirse a quien llega a un lugar expulsado de otro, tal y como aducen algunos historiadores, que establecen en el filo del primer milenio los flujos migratorios.
Este peculiar sentido de la independencia se percibe en muchos de estos lugares, poblados de torres fuertes y con núcleos de población muy aislados unos de otros. Estos lugares se dedicaban principalmente a la ganadería, práctica que todavía hoy se mantiene, y a la metalurgia. Esta última fue la dedicación de Bolunburu, sin duda el complejo mejor conservado de Zalla. Tanto que, con acierto, se ha ubicado un área recreativa en este gran territorio a la orilla del río Cadagua.
Pero antes hay que realizar una visita a San Pedro de Zarikete. Si es cierta la calificación de brujos para los habitantes de Zalla, no es de extrañar la vinculación de esta ermita con el mal de ojo y los demonios. Por ella pasaban al año miles de devotos que se creían poseídos por los espíritus malignos en busca del exorcismo correspondiente. El rito consistía en acudir a la ermita el día del santo por un camino (mientras se echaban puñados de sal), y regresar por el otro, con el objeto de que los malos espíritus no entrasen de nuevo en la persona desembrujada.
Entre los muchos casos curiosos ocurridos alrededor de estas prácticas, se cuenta el de una señora de Madrid que acudió a Zalla porque la posada que regentaba en la capital del reino había dejado de frecuentarse acusada de 'morada de brujas'. La posadera, con una confianza encomiable, esperaba que fuera San Pedro de Zarikete quien cambiase la condición de su establecimiento.
Hoy, desgraciadamente, este paraje está absorbido por las urbanizaciones contiguas de chalets de distintos estilos. Bolunburu, sin embargo, mantiene buena parte del encanto que le caracterizó desde la fundación de este solar en el siglo XV. El valle del río Cadagua, que entonces se llamaba Salcedo, fue la zona de las Encartaciones donde se levantaron mayor número de torres defensivas en aquella guerra fraticida que fueron las luchas de bandos. Poco queda de aquel espíritu belicoso, ya que la torre fue reformada como vivienda en el siglo XVII.
En cambio, se conservan las huellas de la ferrería y el molino que dieron empaque a la finca hasta hace 150 años. Aunque hoy no son más que ruinas, aún se pueden observar los vetustos muros que acogían las instalaciones donde se fundía el mineral y el canal que encauzaba las aguas del Cadagua cuya fuerza accionaba la maquinaria necesaria para la forja del hierro. Vistas las dimensiones de estas edificaciones no es exagerado situar a Bolunburu como una ferrería que ofrecía una producción notable en el conjunto de la siderurgia vizcaína.
No es de extrañar, ya que Zalla ha sido siempre una de las referencias imprescindibles en los caminos que surcaban el territorio desde la costa en busca de la meseta. Hoy en día, la referencia al transporte la da el ferrocarril de vía estrecha que une Bilbao con Balmaseda. Esta es una buena manera de acercarse hasta este lugar, ya que tiene en Bolunburu un apeadero.
Otro de los atractivos del paraje lo ofrece la ermita de Santa Ana, donde oían misa los ferrones y los dueños de la torre, en la que en la actualidad está habilitada una pequeña colección museística, que el dueño de la casa enseña a quien quiera verla, previa solicitud. Y no hay que olvidar el río, el protagonista natural del área recreativa. Además de la vegetación típica de ribera, con alisos, fresnos y sauces, destaca una buena muestra de aves, entre las que sobresalen el mirlo acuático, la lavandera bollera y el Martín pescador, quizás el más atractivo, que no es de difícil de ver, si se presta cierta atención.
El paseo hacia Balmaseda, dentro siempre del municipio de Zalla, concluye en el paraje de La Mella, en el barrio de La Herrera, quizás el que cuenta con sabor más romántico de todos los de la localidad. Aquí llama la atención la torre de Terreros, quizás una de las mejor conservadas de toda la comarca encartada. Sólo le faltan las almenas y los cubos para ofrecer esa fortaleza que se les supone a estas edificaciones medievales.
En este lugar, se puede disfrutar también de la ermita funeraria de San Antonio, una de las pocas que quedan en Vizcaya, y de las tristes ruinas del palacio de Urrutia, metáfora ineludible del estado en el que se encuentra toda la comarca de Las Encartaciones, una de las grandes olvidadas de Euskadi.
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