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Columna
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¿Falsarios?

Afirmaba con rotundidad el lehendakari Ibarretxe en su discurso de investidura: 'Es, por tanto, necesario que diferenciemos la paz de la consecución de nuestros legítimos proyectos políticos'. Lo que vino a decir a continuación parecía desmentir, sin embargo, tan loable propósito, al menos si recurríamos a la operatividad habitual de las palabras clave que pululaban por el discurso: 'negar el diálogo es negar la solución', 'terapias en función del diagnóstico de partida del problema de la violencia y del conflicto político que tiene cada cual', etc. Teniendo en cuenta el significado que todas esas palabras habían ido adquiriendo en el discurso político de los meses previos, no resultaba coherente el propósito inicialmente expuesto con lo que después venía a planteársenos. Salvo si el lehendakari resultaba ser el maestro supremo de la olla podrida conceptual con que se nos alimenta de un tiempo a esta parte, el gran cocinero de los porrupalabros.

Y, en efecto, unas palabras posteriores del lehendakari nos han desvelado el guisote. 'Hay que sacar la violencia del debate político', nos dijo unos días más tarde, 'no se puede mezclar la violencia de ETA con ideas legítimas'. Gran descubrimiento que impedirá que sea ETA la que marque la agenda política de este país. Una cosa es ETA, por supuesto, y otra las ideas políticas que tiene cada cual, entre otros ETA, todas legítimas. Y frente a planteamientos anteriores que hablaban de la necesidad de acabar con la violencia antes de que se planteara la resolución de problema político alguno, el lehendakari nos presenta la fórmula de las paralelas que no se encuentran ni en el infinito. Una cosa es ETA y otra la política, nos viene a decir, dos compartimentos estancos que ni se miran. Y ¡oh prodigio!, nos asegura, en contra de la criminalizada postura de su partido hasta que él decidió abrir la boca, que 'la violencia debe ser rechazada y combatida con todos los instrumentos que tiene a su alcance el Estado de Derecho', tiene que ser rechazada y combatida por todos, y punto.

Y así debe serlo, en efecto. Muy en contra de las incuestionables verdades que hablaban de que ETA era la expresión de un conflicto político, o de que jamás se acabaría con ella por vías policiales y que reclamaban la necesidad de diálogos o negociaciones políticas, he aquí que, de forma rotunda, el lehendakari reduce a ETA a un problema de orden público. ¿Es realmente así , o se trata de una pirueta que oculta una trampa? Porque en la otra línea paralela del programa del lehendakari, la de la solución a los problemas políticos, parece que se opta por aquella que pudiera dar satisfacción a las aspiraciones de ETA y de su brazo político, y que además se apuesta fuerte con la seguridad de que estos, o al menos sus votantes, concurran en su apoyo. La estrategia podía servir para vaciar el mundo de ETA, y dejarla sin soportes y sin argumentos, reducida a un mero reducto criminal languideciente. ¿De eso se trata?

Si es así, el PNV asume el papel de vanguardia del mundo abertzale, entendido como un todo, sin distinción de derechas o de izquierdas. Tras haber recibido un voto importante del abertzalismo radical, apuesta por retenerlo y convertirse en polo de atracción para otros sectores de ese origen. De esa manera, arrinconaría a ETA, y saldría reforzado de la operación y en posición ventajosa para plantear y obtener sus reivindicaciones. La operación, no obstante, encierra varios riesgos. Uno es la pugna por el electorado que introduce en el mundo abertzale. ¿Cuál va a ser la reacción de ETA ante ese desafío? ¿Un repliegue o un acelerón en su práctica criminal? Y si acelera, ¿atentará como sugiere Atutxa contra el mundo nacionalista, que es el que compite con ella? Dudamos mucho de que si acelera atente contra los nacionalistas, simplemente por razones clientelares. Lo hará contra los de siempre, que no parecen afectar mucho al voto nacionalista. Y cuando lo haga, ¿responderá el lehendakari como nos ha prometido, recurriendo a los instrumentos que nos ofrece el Estado de Derecho, o lo dejará pasar con disimulo a la espera de que sean sus propuestas políticas las que amansen a la fiera? ETA ya ha expuesto también su programa: un político popular y un ertzaina. El juego puede ser perverso, y pueda ser que una vez más los nacionalistas en general estén programando sus ganancias a costa de los parias de Vasconia. Y luego a por la independencia. ¿Sin ETA, o con final de la tregua?

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