Alí Babá y los ocho de marras
Convertir una ciudad civilizada en un campo de batalla, dotarla de alambradas, de misiles y ocupar sus calles con un efectivo policial armado hasta los dientes es, cuanto menos, un detalle de mal gusto. Asesinar a una persona es asesinar a una persona; ni caben excusas ni más palabras en la frase.
Sin embargo, no estamos ante una situación nueva, en absoluto. La historia mundial está llena de ejemplos en que un régimen político necesita apoyar en las armas sus gestiones. A su vez, la historia contemporánea nos ha enseñado que partiendo de una situación democrática (a pesar de la efectividad mediática de la palabrita) pueden también perpetrarse las atrocidades más horribles.
No hay, pues, nada nuevo bajo el sol, salvo el cinismo de estos ocho personajes que, ante la contundente respuesta de una sociedad civil que no está de acuerdo con sus tejemanejes, proponen, sin pudor alguno (y es que así son ellos), una mayor participación de la sociedad civil en la globalización.
Ante la prevención del Gobierno canadiense a celebrar, como se había pensado, la próxima reunión en Ottawa, y en previsión del problema que en adelante supondrá decidir el lugar de los hechos, propongo la cueva de Alí Babá. Será suficiente con cambiar el password ('ábrete, Sésamo' es quizás demasiado popular). Se trata de un lugar que sirvió antaño a los de su gremio, por lo menos durante un tiempo...
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