Diligentemente hacia París
Y dicen que no hay ganas... lo que no hay es fuerzas. Y a pesar de eso, para demostrar su profesionalidad, a veces cuestionada, aun sin fuerzas son capaces de sacar medias de escándalo, como ayer. Nos pasó anteayer lo mismo a nosotros, a los que no disputamos el Tour. Salimos en una carrera a las 9.30 de la mañana, nos dedicamos a sestear -cosa extraña, a tan intempestivas horas-, y dimos a la carrera un espectáculo indigno, según los cronistas, que de ésto saben un poco. Arrancamos, peleamos, y consentimos como decían ellos una fuga en la que todos los equipos estaban representados. Es decir, la escapada es buena para todos, y nadie, evidentemente, va a trabajar detrás; llegan a la meta luchando y dando espectáculo con una media mas cercana a 42 que a 41, y resulta que nuestra actuación fue bochornosa.
En fin, viene esto a cuento por las críticas a los corredores que se escuchan estos días: que si no luchan, que si no pelean, que si sestean, etc. Cuando lo que ocurre es que en etapas de tamaña distancia, con el sol horizontal, y con un agotamiento encima que no te da tregua ni siquiera a la hora de dormir, a ver quién es el guapo que disputa las cinco o seis horas de carrera como si de una crono se tratase. Con todo el bacalao vendido excepto la victoria del día, la única herida sangrante suele ser la que se cierra en el esperado momento en el que la fuga va hacia delante. Y no es poco. ¿Ustedes saben lo que se puede llegar a sufrir en esos 40, 50 o nunca sabes cuántos kilómetros recorridos diligentemente enfilados a velocidad de vértigo? Yo lo se, y se que es mucho, incluso más de lo que sufriste subiendo Alpe d'Huez, o el Tourmalet, o más de lo que imaginaste el último día de Pirineos, cuando pensaste que tras aquello, sería un trámite llegar a París.
Pedro Horrillo es corredor del Mapei.
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