Diario arborescente
- Lunes: me despierto pensando en mi compañero de tertulias radiales Oriol Maspons, fotógrafo y enfant terrible. Ya me gustaban sus continuas boutades (me va la gente que se resiste a hablar en serio a menos de que no haya más remedio), pero el otro día se abrió la camisa -no le hizo falta mucha excusa- y mostró su tatuaje. ¡Oh! ¡Ah! Oriol pasó sin más a otro estamento: tiene tatuado un cocodrilo Lacoste en el sitio del pecho donde estaría si usara un polo de la afamada marca. Eso, amigas y amigos, son palabras mayores. Mi padre me advirtió más de una vez de que le doy demasiada importancia al sentido del humor. Tiene razón, pero no hay caso.
- Martes: tenía una novia, Sonia Calpe, que abrazaba a los árboles como si fueran animalitos. No llego a esos extremos, pero cada vez los quiero más. En Barcelona hay ceibos, ombúes, jacarandás y palos borrachos. ¿Nombres exóticos? No para alguien que se haya criado en Argentina. La flor del ceibo es la flor nacional argentina ¿Qué necesidad tiene un país de contar con semejante categoría? No sé: yo me fui. Pregunten a los que se quedaron. Dentro de poco no quedará nadie en esa categoría. Hay un ceibo en la plaza de Catalunya, justo delante de El Corte Inglés. El ombú es una planta herbácea que parece un árbol. Es el símbolo de la pampa por excelencia. Aún recuerdo aquel anuncio de champú Marambú que decía 'la pampa tiene al ombú, y el cabello... Marambú'. La publicidad se ha sofisticado un poco desde entonces. El jacarandá da unas flores violetas la mar de bonitas. Las semillas están protegidas por unas cápsulas que parecen castañuelas, pero deformadas como un reloj de Dalí. Hay unos ejemplares jóvenes ahí donde nace la calle Major de Gràcia. El palo borracho es un árbol parecido a Sancho Panza. Originario de zonas poco lluviosas, hace acopio del precioso líquido hinchando orondamente el tronco. Es bajo, verdoso, y está recubierto de espinas. Ni siquiera Sonia Calpe soñaría con abrazarlo. Hay unos cuantos ejemplares bordeando el carril bici que pasa frente a la Facultad de Náutica. Los saludo al pasar.
Árboles queridos, ordenadores obsoletos, gente que se pega en el metro, un hombre con un cocodrilo tatuado sobre el corazón...
- Miércoles: si hablo de árboles y no nombro al ricino es porque me importa demasiado. Me lo reservo para una crónica monográfica.
- Jueves: me prestaron un ordenador portátil cosecha del 95, o sea, totalmente obsoleto. Carece de sonido, CD-ROM y módem. Compré un módem exterior por diez talfis, o sea bonis, o sea papeles, o sea talegos. Diez mil pesetas es el coste total de mi entrada en el fabuloso planeta virtual. El entusiasmo me duró una semana. La mitad de mis amigos no contestaron a mis candorosos mensajes inaugurales. Son los que se burlaban de mi reticencia a comprar un ordenador, los que decían que escribir cartas de papel es un engorro, que hay que caminar hasta la papelería, el estanco y el buzón, patatín y patatán. Para lo primero que me ha servido el aparatejo es para separar el trigo de la paja. Para hacer criba. Para enviar esta crónica. Y para poco más. No visité ninguna página porno. ¿Qué sentido tiene, si estoy abonado al Canal Satélite Digital?
- Viernes: puede que el metro de Barcelona no sea tan peliculero como el de Nueva York, pero pasan cosas. Estaba en el andén y apareció una chica fumando. Otra, más o menos de la misma edad, le pidió por favor que apagara el cigarrillo, recordándole que está prohibido y señalándole los grandes carteles de la campaña contra el tabaco en el metro. La fumadora hizo un gesto de desdén y siguió ahumando el ambiente tan campante. La otra le volvió a insistir amablemente, sin éxito. Entonces se cabreó un pelín y le dijo que si seguía haciendo daño a sabiendas, la estaba autorizando tácitamente a defenderse. La tabaquista pasota puso cara de no saber qué significa tácito y también cara de no me cuentes tu vida. El andén estaba bien poblado. Hubo un momento de tensión y de silencio. Todos contuvimos la respiración. La legalista le lanzó una bofetada a la transgresora, justo en el momento en que se disponía a dar una calada. El cigarrillo cayó al suelo y la legalista lo apagó con el pie. Todos nos lanzamos a separar a las contendientes. Llegó el metro y nos aseguramos de que no subieran al mismo vagón. Me quedé pensativo, analizando mis emociones. Resultado del análisis: aunque abofetear sea políticamente incorrecto, simpatizo con la legalista.
- Sábado: llega mi madre desde mi Buenos Aires querido. No es una de las incontables personas que huyen de la hecatombe como de la peste. Es una privilegiada que viene de visita. Trae consigo dos docenas de alfajores Havanna. Vamos, no se atrevería a presentarse sin ellos. Mi madre sí comprende el significado de la palabra tácito. Esta sabrosísima golosina marplatense es un bizcocho tierno relleno de dulce de leche. Si la infancia es el paraíso perdido, yo lo recupero al morder un alfajor. Amo a mamá, mamá me ama y soy feliz con ella y los Havanna en casa.
- Domingo: caigo en la cuenta de que he nombrado a mi padre, a mi madre y a Sonia Calpe, pero no he nombrado a Maite. ¿Le sentará mal? Ella dice que no le gusta salir en los artículos, pero creo que en realidad le encanta. Por las dudas, me buscaré alguna excusa para incluirla en este diario, así, como quien no quiere la cosa. Cambio y fuera.
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