El insoportable derechazo
La tarde entera viendo derechazos... ¿Quién inventaría el derechazo? Si compareciera el inventor del derechazo se iba a enterar.
Toda la tarde se pasaron los tres diestros pegando derechazos, además malos, a unos anovillados especímenes sin ningún síntoma de casta brava. Y no sólo eso sino que daban muestras de borreguez o de una pasividad crepuscular parecida a la drogadicción.
¿Derechazos malos, encima a unos borregos tullidos con cara de drogadictos? Pues que venga Dios y lo vea.
Y el público se dormía. No es una afirmación gratuita ni una apreciación exagerada: se dormía. Se durmió la vecina de localidad, algún taurino se durmió en los burladeros del callejón, se durmieron diversos paisanos tendido arriba, y puede que aún hubiera otros allá donde no alcanzaba la vista.
Valdefresno / Puerto, Califa, Abellán
Cinco toros de Valdefresno, de indecorosa presencia, sin trapío alguno, anovillados, flojos y borregos; 5º de Fraile Maza, de algo más de alzada, aún más inválido y borrego que el resto. Víctor Puerto: pinchazo, bajonazo y rueda de peones (palmas y también pitos cuando saluda); pinchazo, otro perdiendo la muleta y estocada ladeada trasera; se le perdonó un aviso (silencio). El Califa: pinchazo, media, rueda de peones -aviso- y descabello (palmas y sale al tercio); dos pinchazos y dos descabellos; se le perdonó un aviso (silencio). Miguel Abellán: dos pinchazos, estocada -un aviso cuando debía de llevar dos- se echa el toro (palmas y sale altercio); tres pinchazos, otro prediendo la muleta y estocada (aplausos). Plaza de Valencia, 22 de julio. 4ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.
El despertar, en cambio, lo tuvieron sobresaltado porque habían acudido a la plaza filaes de las fiestas de Moros y Cristianos de Torrent, con sus bandas; y cuando la tuba, el bombo, los tambores y la trompetería atacaban las escogidas piezas de su variado repertorio daba la sensación de que llamaban a zafarrancho de combate.
Hasta los despiertos se llevaban un susto. Aunque no era como en Pamplona por los sanfermines, donde se pasan la corrida tocando y se arma en los tendidos un barullo infernal. Aquí sólo lo hacían entre toro y toro, se concentraban músicos y mozos en las andanadas que llaman nayas, los miembros de cada filá -bien moros, bien cristianos- cantaban y bailaban con gran frenesí, y en cuanto sonaba el clarín para dar la salida al toro, callaban y permanecían en reposo hasta la siguiente ocasión. El reposo del guerrero, debía de ser...
Se ha dicho salida del toro y éste es un eufemismo que conviene aclarar de inmediato. Más que eufemismo es mentira, por lo cual se pide perdón. Pues lo que salía habría sido la cabra si no fuera porque daba con su comportamiento más aspecto de borrego. Fueron seis toros de vergüenza ajena. Seis toros inadmisibles en cualquier plaza de mediana categoría y Valencia está clasificada de primera. Seis toros que -se insiste- no ofrecían la imagen de tales toros sino la de los novillos o la de los eralotes regordíos; y traían, por añadidura, una galvana impropia del ganado de lidia, sospechosa de resaca, de francachela o de puro vicio,que en los tiempos modernos denominan cuelgue.
Y los espadas, prestos a recibir aquello con largas cambiadas de rodillas (jamás en la historia del toreo se han dado tantas largas cambiadas de rodillas), parecían inútiles en el manejo del capote; ensayaban chicuelinas, que interpretaban metiendo un trallazo; con todo el desparpajo del mundo brindaban al público semejantes ruinas de toros, y luego se ponían a pegarles derechazos.
Víctor Puerto, además de los derechazos, recurría a los circulares, que tanto agradan a públicos triunfalistas como el valenciano. Y sería mentir de nuevo si no se precisara que intercaló repetidas veces el toreo al natural, sólo que sería mejor olvidarlo por la vulgaridad con que lo ejecutó.
Los otros dos diestros, ni eso. El Califa y Miguel Abellán, en sus respectivos turnos, se ponían a pegar derechazos, una tanda tras otra, el público durmiéndose, el toro (o lo que fuese aquello) queriéndose suicidar. Y allá, a las tantas, perpetraban una somera incursión al natural, que les salía un churro. Y volvían a los derechazos con renovado entusiasmo.
Por sorprendente novedad tal cual transcurre el derechacismo en la fiesta, algunas de esas tandas las ligaron. El Califa ligó una muy buena al segundo toro, y otra al quinto tras darle el pase cambiado por la espalda en el inicio de la faena; con la salvedad de que el animalito se le desplomó, y dado que continuó pegando traspiés, tumbos y zapatetas, ya no pudo haber faena.
Miguel Abellán pareció querer borrar la espesa mediocridad de su primera faena mediante una de altos vuelos al toro sexto, y para ello no se le ocurrió mejor idea creativa que molerlo a derechazos. Varias tandas buenas ejecutó, otras salieron regulares, se echó de rodillas, tiró los trastos en plan suicida, y prácticamente hizo de todo excepto tomar la muleta con la izquierda. La izquierda, ni tocarla. Y finalmentemató fatal, con lo que ni triunfó ni borró nada y dejó patente un sello de lamentable vulgaridad.
Babelia
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