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Columna
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Zapatero es más líder

Cuando hace un año José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido por el Congreso Federal del PSOE secretario general por una exigua diferencia de votos frente a José Bono quedaron pulverizados muchos pronósticos de los enterados, según los cuales los amaños urdidos por los de siempre, es decir, por los felipistas, aseguraban de modo indiscutible la espúrea victoria del correoso presidente de la Junta de Castilla-La Mancha. Pero los delegados de aquel Congreso esa mañana, después de escuchar a los cuatro aspirantes -Rosa Díez, José Bono, Matilde Fernández y José Luis Rodríguez Zapatero-, que intervinieron por ese mismo orden conforme al previo sorteo, se sintieron liberados de cualquier compromiso que pudieran traer de casa y confirmaron con sus papeletas lo que habían adelantado con sus aplausos.

Fue decisivo que la votación individual y secreta empezara inmediatamente después de concluir el turno de intervenciones de los candidatos, cuando el ambiente estaba todavía caldeado y sin que mediaran tiempos muertos, siempre propicios a favorecer los cabildeos. Porque congresistas e informadores presentes pudieron observar cómo Rodríguez Zapatero antes de vencer en el escrutinio había ganado de largo en el número de ovaciones, en la intensidad de las mismas medida en decibelios y en su duración contada en segundos. Su discurso había barrido como un radar el auditorio, había sabido identificar los distintos contingentes en que se integraban los allí congregados -concejales, profesores, pensionistas, representantes sindicales, organizaciones feministas, miembros de diversos voluntariados, ecologistas de la rabia y de la idea- y había sabido dedicar a cada uno de ellos el párrafo convincente capaz de predisponerlos en su favor.

Pero aquella limpia victoria estaba todavía prendida con alfileres. Las líneas de fractura del PSOE venían de muy atrás, eran muy visibles y estaban muy abiertas. Hubo quien argumentó con la composición de la Ejecutiva aduciendo que tenía un aire innovador y que parecía fuera de las conocidas componendas de otras veces, pero si obtuvo un respaldo mucho más amplio ello parecía obedecer a la piadosa intención de dar al recién llegado una oportunidad, después de tantas luchas intestinas sancionadas de manera tan adversa por los electores. Quienes se creían capaces de promover liderazgos de recambio mantenían las espadas en alto mientras se despejaba, veríamos cómo, la nueva incógnita. Rodríguez Zapatero sintonizó enseguida con el público y fue mucho antes un líder nacional que un verdadero líder del PSOE.

Empezaron enseguida los congresos de las distintas federaciones y ni en Valencia, ni en Asturias, ni en Galicia, ni en Madrid, por poner sólo algunos ejemplos, la Ejecutiva Federal pareció capaz de arbitrar soluciones a los conflictos entre tendencias ni de terminar con los antagonismos personales que tan caros se pagan cuando los electores pasan por las urnas. Rodríguez Zapatero acudía a la clausura de esos cónclaves con palabras de concordia casi episcopal pero sin dar muestras de autoridad. Todo parecía muy light, y de esa apariencia ni siquiera se libraba el que todos consideraban destinado a ser el duro: el secretario de Organización, José Blanco. Las cosas estaban de tal manera que un periodista buen amigo mío llegó a titular su columna sobre Rodríguez Zapatero Puede ser una joya, porque la decisión del nuevo secretario general del PSOE de atenerse al principio de buen porte y buenos modales, de devolver bien por mal y educación por tarascadas podían hacerle el líder idóneo de la oposición para el Gobierno del PP, como en su día y durante una década con los socialistas en el poder lo había sido Fraga, siempre alabado -recordemos aquello de que le cabía el Estado en la cabeza-, porque era indiscutible que si el asunto hubiera sido el de ganar las elecciones era sabido que se trataba de un inválido comodísimo.

Hace un mes quisieron azuzarle para que la emprendiera contra el presidente Aznar en el debate parlamentario sobre el estado de la Nación. Supo advertir que no se daban las condiciones favorables de lugar y tiempo. Sin embargo, ahora puede decirse que esa segunda condición, la de líder partidario que Rodríguez Zapatero tenía pendiente de acreditar, acaba de inaugurarla en la Conferencia Política del último fin de semana. Veremos cómo responde a esta nueva expectativa.

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