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Crítica:TEATRO | GREC 2001
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Escena para la nueva generación

Durante los dos últimos años, Roger Bernat y la General Eléctrica han dedicado todo su tiempo creativo a la construcción de tres espectáculos: 'Una joventut europea' (1999), 'Flors' (2000) y 'Que algú em tapi la boca' (2001), piezas que, desde un principio, estaban englobadas bajo un título común, Trilogia 70. Era un proyecto menos ambicioso que experimental, a lo largo del cual Bernat ha ido investigando diferentes aspectos de una teatralidad incipiente, una forma personal de concebir el teatro acorde con la moderna sensibilidad, más visual que literaria, más poética y musical que conceptual; un teatro dirigido a un público eminentemente joven, que quiere identificarse con otros modelos escénicos que nada tengan que ver con el teatro surgido aquí del teatro independiente. Después de presentar los tres espectáculos separadamente, ahora los ha reunido en uno de larga duración.

Trilogía 70, tal como se ha visto ahora en el Mercat, empieza con la conferencia 'Una joventut europea', clase magistral sobre cómo construir bombas que sigue siendo, quizá porque es la única de las tres partes que aún tiene amplios fragmentos textuales, la más acabada y coherente. Sigue Que algú em tapi la boca, considerablemente reducido con relación a lo que se vio en el Teatre Nacional, un acierto para esta pieza hecha de acciones insignificantes pero con indudable trasfondo poético. La última pieza en presentarse es Flors, que ha eliminado algunas incoherencias de cuando se presentó en el Mercat pero que se ha transformado, curiosamente, casi en una pieza de cabaret que termina en algo parecido a una orgía. Chapucera, inconclusa, pero orgía.

Trilogía, desde luego. Lo que ya no está tan claro es ese 70 que marca tan decididamente el título. Los años setenta es, en todo caso, cuando nacieron los componentes de este colectivo. Tal vez haya una cierta identificación estética, pero éste es un revival generalizado de la moda. No hay más que ciertas referencias, alguna añadida, a aquellos años. Una nostalgia de la infancia más que una mirada vital e intelectualmente adulta sobre aquella década que aquí tuvo su propia personalidad, sobre la que hemos construido nuestro presente y, aunque tal vez haya que lamentarlo, nuestro futuro.

Lo que sí me parece Trilogia 70 es un acierto en cuanto al público al que se dirige, un público que no iría ni muerto a ver los retablos de nuestros grandes teatros y sí, en cambio, a exposiciones, a conciertos, a ver danza contemporánea y, por supuesto, a discotecas y pubs; un público necesario y ante el que no puede volverse la cara. Hay una nueva sensibilidad, más extendida entre los jóvenes creadores de lo que algunos programadores quieren creer y a la que debería dejarse un resquicio más amplio por el que poder respirar. Espíritu joven: quizá por eso Trilogía 70 acabe convirtiéndose en una fiesta para que el público, impasible durante tres horas, pueda mostrar de qué es capaz: una fiesta o un dancing yeyé.

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