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Crónica:LAS VENTAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sorando / Paulita, Cortés, Mata Novillos de Román Sorando, desigualmente presentados, de juego irregular; 5º, condenado a banderillas negras. Paulita: oreja; leves palmas. Antón Cortés: aviso y silencio; aviso y silencio. Antonio de Mata: vuelta por su cuenta; vuelta. Plaza de Las Ventas, 20 de julio (noche). Dos tercios de entrada.

En el ciclo nocturno de Vía Digital destacaron las buenas maneras de Antón Cortés, la disposición y el estilo de Paulita, e inrrumpió un vendaval heterodoxo y pagano, si de ritual taurino hay que hablar, procedente de Elche: Antonio de Mata.

Entre los novillos, manejables y mansos, hubo un garbanzo chungo que puso en apuros a las cuadrillas, el quinto, colorado, que no se libró de las banderillas negras, ganadas a pulso.

A ese novillo, que el amable público nocturno pidió en principio fuera devuelto, Antón Cortés no le volvió la cara, le dio la lidia adecuada y le ganó la pelea, salvo al rematar con la espada. Tal que en su primero, noble y con recorrido, al que toreó muy bien en los lances de saludo, y le hizo una faena clásica y sentida, que debiera haber sido más pródiga por el izquierdo, y firmada con la espada también sin acierto ni el ánimo necesario.

Paulita en su primero realizó una faena de muleta que se fue entonando y tuvo sus mejores momentos en los ayudados y recortes finales, en los que brilló un arte que se le adivina. Y en su segundo aguantó al noble oponente, que se le fue agotando, sin aspavientos, para lograr al natural sus mejores hallazgos.

Antonio de Mata demostró tener muchas ganas y poca técnica. Pisó el albero venteño con desparpajo y formas heterodoxas, mezclando tremendismo, valor incierto y facultades para banderillear de nota alta. Muleteó a destajo y mecánicamente. Manejó el capote con atropello y mejor fundamento y, tras salir con la taleguilla izquierda desgarrada en importante voltereta en quite de réplica a Paulita en el sexto, terminó su original capoteo y brindó al respetable un tercio banderillero desbocado, de arrojo temerario, sin acusar la paliza, que le había dejado un hematoma a la altura de la rodilla.

Antes, al doblar su primer novillo, cuando todavía no habían arrastrado a la res, comenzó en solitario una vuelta al ruedo inverosímil, con la muleta plegada bajo el brazo, por su cuenta y riesgo, algo fuera de toda lógica y torería.

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