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Columna
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Nacional I

Hubo unos años en que la Nacional I era la mejor carretera de Madrid. No muchos, sólo los inmediatamente posteriores a su completa conversión en autovía. La ampliación de carriles hasta La Moraleja y la construcción del llamado Nudo de los Osos, una obra de ingeniería brillante donde las haya, desatascaron esa entrada a Madrid dándole una imagen de modernidad y fluidez que ninguna otra radial poseía. Era la época en que al ministerio de Obras Públicas le desbordaban los coches en la carretera de La Coruña y en sus municipios ribereños brotaban como setas las grúas edificando complejos residenciales.

La carretera de Burgos contrastaba igualmente con la de Extremadura que las autoridades daban casi por imposible toda vez que la congestión a su paso por San José de Valderas era sencillamente inabordable. Resultaba lógico que los responsables de la red viaria se devanaran los sesos buscando soluciones para el formidable problema de movilidad que planteaban esos accesos a Madrid y dejaran en un segundo plano los que funcionaban bien.

Así, echaron el resto en operaciones de ensanche y medidas puntuales como los carriles bus-vao en el intento de diluir el trombo circulatorio. Un esfuerzo importante cuyos resultados fueron acompañados de una decisiva mejora de las líneas ferroviarias de cercanías hasta el punto de batir en rapidez y comodidad al vehículo privado. Municipios como Pozuelo, Las Rozas y Majadahonda, en el corredor de la seis, los de Móstoles y Alcorcón en la cinco, o Getafe, Leganés y Fuenlabrada en la carretera de Andalucía ganaron enteros en términos de movilidad a pesar de protagonizar desarrollos urbanísticos en algunos casos desorbitados. La potenciación de las cercanías alivió igualmente a los municipios también expansivos del Corredor del Henares y las populosas localidades de Rivas y Arganda en la carretera de Valencia se vieron conectadas con la capital a través de la red de Metro. Todo eso ocurría en aquellas radiales mientras la salida norte de Madrid quedaba completamente relegada. En ese tiempo, un gran número de pequeñas localidades incrementó espectacularmente su población sin que nadie en la administración parezca darse por enterado. Municipios como Algete, El Molar, San Agustín de Guadalix o Fuente del Saz han duplicado el número de habitantes en sólo un lustro. Año tras año, la carretera de Burgos fue elevando la intensidad circulatoria hasta perder por completo la eficacia y fluidez de antaño.

Los especialistas creen que esto es sólo el principio, porque el modo de vida que ofrecen los pueblos de la zona norte constituye un atractivo en alza que disparará aún más su desarrollo. A esa tremenda progresión se unirá próximamente el caudal que aportarán los nuevos barrios que se construyen en el norte de la capital. Entre los Paus de Montecarmelo, Las Tablas y Sanchinarro conformarán una población próxima a los cien mil habitantes, un censo equivalente al del municipio de Parla. Toda esa gente tendrá en la carretera de Burgos su vía natural de conexión.

Por si fuera poco la entrada en ese punto cardinal promete complicarse sobremanera con la puesta en marcha de dos grandes proyectos urbanísticos. De un lado la operación Chamartín, que cubrirá las vías del tren y alargara cuatro kilómetros la Castellana con edificios de pisos y oficinas, y por otro la Ciudad Deportiva del Real Madrid, donde se levantarán cuatro enormes torres de cincuenta plantas. Con semejante sobrecarga en perspectiva cabría imaginar al ministerio de Fomento y a las administraciones local y autonómica trabajando a pleno rendimiento para poner en marcha planes de infraestructura que eviten el previsible colapso. Nada, sin embargo, más lejos de la realidad. En la conexión ferroviaria con Alcobendas y San Sebastián de los Reyes parecen haber terminado, de momento, los proyectos para desatascar el acceso norte de la ciudad. Tampoco está previsto dar servicio de Cercanías a otros municipios de la zona ni proyectan conectar esas localidades con la red de metro del norte de Madrid que sería relativamente fácil. Infraestructuras que se revelan extremadamente urgentes, al igual que la construcción de un nudo en la salida de Algete, la variante o el tercer carril. La Nacional I está ahora mismo en alerta roja; pronto, el colapso será inevitable.

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