Flamenco sin denominación de origen
Gerardo Núñez imparte en Sanlúcar un curso para guitarristas de todo el mundo
El Auditorio de la Merced, en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, parece haber cobrado magia. Por décimo año consecutivo, el guitarrista Gerardo Núñez (Jerez de la Frontera, 1961) imparte en este espacio su seminario estival. Un curso para músicos inquietos, alejado de los talleres al uso, pero muy provechoso a tenor de su éxito: alumnos de todo el mundo, desde Australia a Finlandia, pasando por Grecia, Polonia, Holanda, Francia, Italia y desde luego España, acuden a las clases para vivir de cerca los encantos del flamenco.
Hace una década, Gerardo Núñez y su mujer, la bailaora Carmen Cortés, concibieron la idea de impartir clases en su propia casa. Hoy, su oferta se ve ampliada por un taller de percusión flamenca de Ángel Sánchez Cepillo, otro de cante a cargo del joven gaditano David Palomar y un quinto de construcción de guitarras bajo la dirección del isleño Rafael Romero.
La respuesta de los aficionados a lo jondo es masiva: un centenar de discípulos se encuentra ya en Sanlúcar tomando buena nota de sus conocimientos. Las edades de los asistentes a las clases oscilan entre los 20 y los 80 años. 'Viene mucha gente joven, pero también mayor. Lo primero que les digo es que hay que tener claro qué quieren hacer. Si se trata de tocar la guitarra, pues a tocar mucho. Si quieren ser famosos, ésa es otra carrera. Hay que marcarse un camino y hacer lo que te gusta', explica Gerardo Núñez.
No obstante, el seminario del guitarrista jerezano no se asienta sobre lecciones técnicas. 'Quienes quieran aprender falsetas, pueden recurrir a libros que están publicados en todo el mundo. Ahí encontrarán todas las posturas y transcripciones. A Sanlúcar venimos, más que nada, a convivir', asegura el jerezano.
El pasado domingo, Núñez ofreció una fiesta de bienvenida a los alumnos en su propia casa. Estas reuniones, que siempre acaban en fiesta improvisada, seguirán celebrándose a lo largo de toda la semana; cada día, en un sitio distinto de la ciudad. 'De lo que se trata es de comprobar que el trabajo individual de los músicos puede llevarse a la práctica, que lo que han aprendido en sus países, quizás a temperaturas bajo cero, puede funcionar; o no, en cuyo caso es necesario replantearse el aprendizaje', explica.
Pocos artistas flamencos conocen como Gerardo Núñez los sacrificios que entraña su profesión. Formado desde la más temprana infancia en la Cátedra de Flamencología de Jerez, acompañó a cantaores de la talla de Borrico, Fernando Terremoto, Agujetas y Manuel Moneo antes de desplazarse a Madrid. Allí, mientras militaba en la compañía de Mario Maya, trabó amistad con músicos renovadores como Jorge Pardo, Carles Benavent y Enrique Morente. Tales compañías le condujeron por caminos de experimentación con el jazz y los aires latinos que desembocaron en un espléndido álbum, Calima, grabado junto a Patittucci y Danilo Pérez.
Ahora, mientras prepara el próximo disco de Carmen Linares y la banda sonora de una película americana cuyo nombre no recuerda -'sé que habla del Quijote y de finanzas', dice-, Gerardo Núñez asume sin dolor su escaso predicamento en España. 'En mi tierra no están muy contentos con la música que hago', ironiza recién llegado del Festival de Montreux y de un recital en Belgrado ante 4.000 espectadores. 'Cuando era más joven me dolía, pero ahora me da igual. Trabajo más en Alemania o en Suiza que aquí, pero el público es el mismo en todos los lugares', concluye.
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