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Entrevista:JEAN-PIERRE MIQUEL | DIRECTOR DE LA COMÉDIE FRANÇAISE

'El Don Juan de Molière es un intelectual y no un burlador'

'El Don Juan escrito por Molière es un intelectual epicúreo que defiende su libertad y su autonomía moral frente a cualquier poder opresivo'. Así define Jean-Pierre Miquel, 64 años y director de la prestigiosa Comédie francesa durante los últimos ocho, el personaje concebido a mediados del siglo XVII por el dramaturgo más importante de la historia de Francia. 'A diferencia del enfoque de Tirso de Molina, Molière nos propone un teatro más filosófico que de acción. El Don Juan del autor español es un tramposo, un burlador, un maniaco sexual... En cambio, Molière se decanta por la crítica de los vicios sociales y por la reivindicación de la libertad individual. Pero, al mismo tiempo, el autor francés se halla muy influido por los debates de la época y pone en escena una reflexión de orden filosófico sobre nuestro papel y nuestra misión en el mundo'.

El director francés estrenará en Almagro 'Dom Juan o el festín de piedra' en un montaje encargado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Con escapadas continuas desde París a Madrid, el director de la Comédie ensaya desde el pasado mayo Dom Juan o el festín de piedra (el nombre aparece con m en el título original), una obra encargada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que será estrenada el día 21 en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Esta obra, muy poco representada, abrirá en septiembre la nueva temporada de la compañía pública y más tarde iniciará una gira por todo el país. 'Cuento con un reparto formidable', exclama Miquel para añadir: 'No se trata de una fórmula de cortesía, sino que he encontrado unos actores españoles con talento, capacidad de escuchar y disponibilidad para el trabajo'. Nombres consagrados en el teatro como Enric Majó, Joaquín Notario o Natalia Menéndez, comparten cartel con jóvenes descubrimientos como Cristóbal Suárez, que encarna a Don Juan. El director teatral se deshace en elogios sobre este actor al que califica de 'un hiperdotado, con mucha inteligencia y gran profesionalidad'. 'Aquí, en España', aclara Miquel, 'ha resultado más fácil apostar por un actor joven y desconocido para ese papel. En Francia me habría visto obligado a elegir a un veterano'.

Apasionado de esta pieza, que sólo había dirigido en una escuela de arte dramático francesa, y encantado de trabajar en España, el director de la Comédie subraya que Molière fue muy permeable al escribir la obra, en 1665, al ambiente de la época. 'Hemos de tener en cuenta', explica, 'que Francia se hallaba inmersa en una lucha entre los primeros libertinos, entre los que figura obviamente Don Juan, de un lado, y los jansenistas, los cartesianos y la Iglesia, de otro. Asistimos en el XVII a los momentos de esplendor de la filosofía francesa. Molière estaba muy ligado a estos debates y plantea en algunas de sus obras unos argumentos ambiguos y complejos, por una parte, y demoledores en sus ataques contra algunas instituciones, por otra. No podemos olvidar que tanto el Tartufo como el Don Juan fueron prohibidos por la Iglesia católica'.

Considerado uno de los mayores expertos en Molière, este parisino con ascendientes familiares en la zona de Toulouse describe así los ingredientes que han convertido en universal al autor de estas obras. 'Molière huye del didactismo y del aburrimiento y propone una ambigüedad muy calculada. Su personaje de Don Juan deviene un mito porque podemos atribuirle muchas cosas, caben muchas cosas en él. Resulta muy curioso que nunca sepamos por boca de qué personaje está hablando Molière'.

Jean-Pierre Miquel abandonará dentro de unos días la dirección de la Comédie francesa, pero con una experiencia de gestión de ocho años no duda en identificar a los responsables de esa imagen aburrida que, a veces, proyecta el teatro. 'En el sistema educativo francés se considera el teatro un apartado de la literatura. Pero esa actitud conduce a un inmenso error. El teatro se escribe para ser representado, visto y oído. Como decía Louis Jouvet, el teatro se hace con placer y en libertad. En países con una larga tradición teatral, como Alemania o Rusia, llevan a los niños al teatro antes de que sepan leer. En cualquier caso, hay que elegir bien las obras que verán los estudiantes. La mayoría del teatro clásico, por ejemplo, fue escrito para espectadores adultos y con un cierto nivel de instrucción'. La institución que ha dirigido Jean-Pierre Miquel, cuya fundación se remonta a finales del siglo XVII, se dedica por igual al teatro clásico y al contemporáneo.

Se muestra optimista sobre la salud del teatro en Francia y, desde su mirada elegante y experta, se declara harto de ese permanente lugar común que habla de la crisis de jóvenes autores dramáticos. 'Los clásicos se representan continuamente en Francia, tanto los nacionales como los extranjeros, ya sean Shakespeare, Goldoni o Lope de Vega. Entretanto, la creación de nuevos autores recibe un apoyo especial del Ministerio de Cultura. ¿Quiénes serán en el futuro los nuevos Molière o Marivaux? Lo ignoramos. Ahora bien, para descubrirlos hay que probar y arriesgarse. Tenemos derecho a cometer errores. El riesgo y la apuesta han sido siempre rasgos del teatro y conviene que la escena no pierda esos ingredientes'.

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