Cachaíto esboza caminos innovadores para la música de Buena Vista Social Club
El contrabajista cubano, de 68 años, actúa hoy en Madrid y el día 19 en Vitoria
Buena Vista Social Club, con varios millones de discos vendidos en el mundo, permitió descubrir, junto a Ry Cooder, a ilustres músicos cubanos como el pianista Rubén González o el cantante Ibrahim Ferrer. En todas aquellas sesiones de grabación, así como en los discos y giras posteriores, un hombre tocaba el contrabajo: Cachaíto. A los 68 años, Orlando Cachaíto López publica ahora el primer disco con su nombre en la portada. Lo presenta hoy en Madrid (Conde Duque) y el día 19 en el Festival de Jazz de Vitoria (Polideportivo Mendizorrotza).
Tras revelar a Rubén González y a Ibrahim Ferrer, los focos de Buena Vista Social Club apuntan ahora a un músico que permanecía en segundo plano: el único presente en todas las grabaciones de la serie. A los 68 años, y tras más de medio siglo tocando, Orlando Cachaíto López, de profesión contrabajista, acaba de publicar su primer disco. 'Por primera vez he podido trabajar como solista. No sé cómo agradecerlo', dice sin falsa humildad. 'Ya por lo menos se descubre lo que yo tenía en mi mente de descarga'. Descarga: palabra clave para un músico cubano. 'Disparar todo lo que uno lleva dentro, eso es la descarga', explica Cachaíto. 'Algo que se empezó en la década de los cincuenta. Igual que una jam session. Muchos músicos, tras tocar con las orquestas sinfónicas, íbamos a los clubes de La Habana como El Gato Tuerto o el Pigalle a improvisar y coger práctica', cuenta.
'Llegabas allí y desarrollabas la cosa que llevabas dentro. Y yo me iba para mi casa tranquilo, sintiéndome bien, y dormía sabroso, vaya'. Su disco, Cachaíto, 'es una descarga con distintos matices'. 'Quise cambiar el sonido'. Cachaíto, que ha tocado con pianistas de la talla de Peruchín o Bebo y Chucho Valdés, prescinde del piano en favor de un inesperado órgano Hammond. Y se oye también algo de hip hop. 'Todo se siente distinto. La gente dice que es un buena vista moderno. Más de pensar que de bailar. Por ejemplo, en Cachaíto in laboratory, estoy ahí, en el laboratorio, pero sin aditivos químicos. Hablando, analizando...'.
La esencia
El disco se llena de dub jamaicano, sampleados, giradiscos... 'La música cubana lo acepta todo, pero sin perder la esencia', asegura. El DJ francés Dee Nasty, el saxofonista Pee Wee Ellis -arreglista de James Brown y Van Morrison- o el trompetista surafricano Hugh Masekela. 'Me gusta mucho el resultado', dice. En su cabeza bullen las ideas. 'Ahora mismo estaba viendo unas cosas de los Beatles y empecé a descargar. Una sorpresa quizá para un futuro disco con Angá en las percusiones. En el estudio se grabaron cosas como si fuera una cámara oculta mientras hacíamos descargas y sin nosotros saberlo'.
Hay un homenaje a otro gigante del contrabajo, el músico de jazz Charles Mingus (Tumbao nº 5). 'Yo era muy fanático de él. No pude verle nunca tocando, pero sí tenía discos', dice. 'Vivía enamorado de su sonido. Y se me metió dentro. Después conocí a una cantidad de bajistas técnicos, muy buenos, pero ese sonido suyo...'. Cuando Ry Cooder llegó a La Habana, Cachaíto tocaba con un grupo en el hotel Cohiba -'para no perder la práctica'-. 'Cualquier música yo la toco con el corazón, con la bomba como yo le digo', afirma poniendo la palma de la mano sobre el pecho. 'Siempre toqué con muchos músicos. Siempre me llamaban'. Incluso acompañó a Nat King Cole en Tropicana con la orquesta Riverside. 'En mi juventud lo estudiaba todo, porque quería superarme', asegura.
Su padre es Orestes López, chelista y pianista, creador en 1939 del danzón Mambo, origen de una revolución musical; su tío, Israel López, Cachao, célebre contrabajista y cómplice en aquel proceso. 'Ellos modernizaron el danzón. Y me enseñaron muchas cosas. Mi papá me llevaba a la Sinfónica y me decía: 'Toca'. Yo lo hacía con miedo. La suerte es que había muchos bajos y yo me escondía. Tocaba suavecito, para aprender'. Hasta llegar a ser el primero de la Orquesta Sinfónica Nacional.
Los danzones se bailaban en sociedades recreativas como Buena Vista Social Club. 'Yo iba pa'rriba y pa'bajo con un maletín', recuerda. Cachaíto acompañaba entonces a su padre cargando con las partituras -'llevando el repertorio', dice-. Pensó estudiar violín porque pesaba menos a la hora de acarrearlo. 'Le pedí a mi papá que me buscara uno, pero mi abuelo dijo que no, que tenía que ser el bajo, porque ésa era la tradición'. Los López son una familia de contrabajistas. Hasta un número de cien, han exagerado algunos. 'No, no somos tantos', exclama. 'Yo me puse a sacar la cuenta y hay alrededor de 29'.
'Me hice músico a la fuerza', dice con una sonrisa que recuerda mucho a la de Cachao. 'Tocaba casi todos los días en casa. En aquella época, Cachao era grande. Bueno, siempre fue grande', rectifica. En el Copacabana, club latino de Nueva York, una noche que actuaba Cachao, sobrino y tío han vuelto a encontrarse 40 años después. 'Con gran emoción. Yo ocupaba su silla y a él no le habían dicho que estaba en la sala. Ojalá se dé una cosa que tengo planeada de tocar juntos'.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.