Armstrong, el generoso
El último ganador del Tour alimenta su mito al mandar parar a su equipo para esperar a Heras
Armstrong sigue interesado en cultivar su mito al tiempo que se ocupa de los quehaceres de la carretera, de pedalear. Sabe que cada gesto suyo se analiza con microscopio y él cuida los detalles. Armstrong ejerce de líder marcial. Él ordena y manda. Los demás obedecen. Él dice: 'Ahora tiras tú, ahora descansas tú, ahora corto yo el aire y tú te colocas aquí'. Armstrong manda incluso parar. Heras, su aprendiz de líder, se fue al suelo en el kilómetro 40. La perfecta hilera azul formada por el US Postal se deshizo de repente porque el americano Vandevelde, a causa de la lluvia, se resbaló con la raya continua blanca. Cayó al suelo y Heras no pudo esquivarle. Terminó encima de él. Se golpeó la rodilla, pero en un instante consiguió levantarse, sentarse de nuevo en el sillín y enlazar con el grupo. Por supuesto, no lo habría logrado de no esperarle el equipo. Armstrong lo decidió.
Fue un gesto generoso. El bicampeón del Tour dejó transcurrir casi un minuto en la operación rescate. Un minuto de ventaja para el resto es mucho. Para él es el precio del aprecio. A Armstrong le interesa presentarse al mundo como un campeón magnánimo. Quiere ganar admiradores, aun a costa de perder segundos. No es la primera vez que enseña esa cara. En otros momentos, tal vez con menos coste, ya se ha dejado querer por sus compañeros. Hace poco más de un año entregó en bandeja a su íntimo Hamilton el triunfo en la Dauphiné Libéré. Trabajó para él, se desgastó, hizo de perro de presa y en la meta se agarraron las manos al entrar juntos.
Ahora quiere ganarse a Heras. Cada día le demuestra con un detalle que es el segundo del equipo, el pretendido heredero de la saga del US Postal. Primero, insertando en el dorsal de Heras para el Tour el número 2. Ayer, despreciando valiosos segundos en su favor. El español, según dice, se lo agradece.
No había, sin embargo, improvisación en el gesto. Antes de la etapa, el US Postal había acordado que si había una caída a partir de kilómetro 40 no se esperaba a nadie salvo a Armstrong y a Heras. Así fue, lo cual roba un tanto de romanticismo al detalle.
De no ocurrir el percance, el director del equipo americano, Johan Bruyneel, no duda del resultado: 'Creo que podíamos haber quedado primeros'. Pero no tenía apariencia optimista. Él, cuyo rostro enseña generalmente un tono poco amistoso, consiguió empeorarlo al atravesar la meta de Bar-le-Duc. Hubo incluso algún cazagorras que pululaba junto a los coches del US Postal que recibió un empujón nada amistoso del director. Roberto Heras pasó por la llegada con otra cara, de susto. 'Me he dado un golpe fuerte en la rodilla. Espero levantarme bien mañana', acertaba a decir. 'Espero que no tenga importancia'. Lo mismo piensa Armstrong, que espera que el favor le sea devuelto próximamente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.