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Columna
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Bolos

Miguel Ángel Villena

El ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger recorrió varios países europeos en los años ochenta para trazar un panorama del continente. Durante su visita a España se mostró sorprendido de que cualquier catedrático, que hubiera escrito un par de artículos en algún periódico, pudiera ganarse la vida haciendo bolos por las universidades de verano. Las gentes del teatro suelen llamar bolos a las giras por pequeñas ciudades y pueblos tras haber triunfado en la capital. En el libro Europa, Europa, editado por Anagrama, varios de los interlocutores españoles entrevistados por Enzensberger reconocían sin tapujos que innumerables intelectuales se prestaban a este juego. El escritor alemán no hacía más que anticipar una creciente frivolización de la cultura.

Pero aquello que, en un principio, se limitó a los cursos de la santanderina Menéndez y Pelayo o de El Escorial se ha extendido como una mancha de aceite en el mar. Hoy en día ya resulta ciertamente raro que villas de montaña, localidades turísticas, castillos medievales o ciudades con posibles no organicen unos debates con la presencia, por descontado, de intelectuales y artistas de la capital. Les puedo asegurar que la mayoría de conferenciantes, contertulios, animadores culturales, escritores y profesores se repiten hasta la saciedad, verano tras verano. Coto cerrado, inmenso departamento universitario que se desparrama por playas y montes, idénticos programadores eligen a los ponentes y reparten los dividendos. Vacaciones pagadas, en definitiva, a cargo del erario público que mantiene las universidades de verano. Pero, más allá de los créditos que obtienen los estudiantes y de los espacios que ocupan en unos medios de comunicación, tan ayunos de noticias durante el largo estío, ¿las universidades de verano sirven realmente para algo? ¿se podrá aportar prueba más patente de la endogamia universitaria? Pero el concepto de utilidad intelectual ha desaparecido del debate en beneficio de la pasarela, de una pasarela que cada vez recuerda más los fastos del Festival de Benidorm.

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