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Columna
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Seniles

Qué se le va a hacer: queríamos justicia y vamos a terminar por ponerles un asilo a los dementes seniles sin conciencia. En estos días de una de cal y otra de arena, en que la gente de bien anda querellándose contra los asesinos que aún campan por sus respetos, esperando a que caigan como quien espera a Godot y mesándonos los tapices cual Penélope cada vez que advertimos que no es Ulises quien vuelve, sino los mismos perros con otros collares... En estos días en que una comprometería su nómina a cambio de ver a Kissinger y Sharon en el banquillo, hay que envainársela y volver a empezar.

Quizá la idea de facilitarles una residencia a los Seniles Sin Fronteras resulte más aceptable que la de pretender que tales genocidas y otros sapos paguen por sus crímenes contra la humanidad. Quizá si nos adelantamos, adquirimos el terreno, contratamos un arquitecto y empezamos las obras por nuestra cuenta, los gobiernos de cada país ensangrentado y sus cómplices en los ejércitos consideren que sí, que está muy bien que carguemos nosotros, una vez más, con el monstruo chocho de turno, dándole una, digamos, salida digna.

Sería una residencia de muchas estrellas, para que los canallas se sintieran a sus anchas, pues sabido es que a carroñeros de semejante estofa les consuela enormemente el galonerío. Ya les imagino a todos en el saloncito, jugando al bridge (finalmente, hicieron lo que hicieron para ser como la clase alta que les pagó por sus servicios, y sigue haciéndolo), dictadores latinoamericanos disfrutando de una agradable francachela con sus pares centroeuropeos, encerrados todos en su senilidad como en una fortaleza numantina. Como decíamos de pequeños: cobardes, gallinas, capitanes de la sardina.

Algunos podrían colaborar en las tareas de animación y gastronomía. Ariel Sharon, a cargo de los fuegos artificiales, en las verbenas. Fidel Castro, para contarles cuentos a la hora de irse a la cama. Bokassa, en la cocina, y Baby Doc, de sommelier.

¿Ven la diferencia que existe entre ellos y nosotros? Nosotros nos ponemos al asunto, y nos sale un centro de recreo. A ellos, uno de tortura.

Una vez gritamos: '¡Viva Chile, mierda!'. Nueva versión, puesta al día: '¡Viva Mierda, Chile!'.

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