'Sí, estoy con Ferrari'
Armstrong admite su relación con el polémico preparador italiano, pero pide que no se le condene sin pruebas
Lance Armstrong no tuvo necesidad ayer de leer los recortes con todas las noticias publicadas sobre su persona que con cuidado le prepara de madrugada su servicio de prensa para darse cuenta de que el primer obstáculo del Tour 2001 le esperaba a la vuelta de la esquina.
La noche del domingo un tumulto de periodistas invadió su hotel blandiendo copias de un largo artículo publicado el mismo día en el Sunday Times de Londres. En él, aparte de otras historias, se explicaba con detalle la estrecha relación existente desde 1995 entre Armstrong y Michele Ferrari. Peligro: en los tiempos que corren, la asociación con Ferrari, polémico médico-preparador italiano que en septiembre será juzgado por dopaje, es sinónimo, para la opinión pública, de una palabra de tres letras, EPO. Justamente la palabra de la que más lejos querría encontrarse siempre el ciclista americano, a quien ya buscaron las vueltas hace dos años, cuando ganó su primer Tour, por un supuesto asunto de consumo de corticoides, y el año pasado, con una investigación judicial por unos cartones de medicamentos arrojados a la basura.
Armstrong respondió a la prensa con un comunicado en el que limitaba su relación con Ferrari a una colaboración aislada en algunos aspectos de su preparación, como el trabajo en altura, la dietética y el uso de tiendas hipobáricas, todas ellas herramientas permitidas para mejorar el rendimiento. También hablaba de un futuro récord de la hora y de los grandes consejos de Ferrari, el preparador que condujo a Rominger en sus tentativas de 1994. 'En el pasado, nunca negué mis relaciones con Ferrari, aunque tampoco he sido yo el que lo ha ido anunciando, debido a su polémica reputación por los comentarios irresponsables que hizo sobre la EPO en 1994', decía Armstrong en el comunicado.
Su relación, sin embargo, parece más estrecha e intensa de lo que daba a entender el tejano. El sábado, Ferrari comentaba a sus amigos que la prestación de Armstrong en el prólogo había sido quizás peor de lo que esperaba el público porque este año el Tour se decidía en la montaña y su preparación se había enfocado más hacia la faceta escaladora. Esta preparación incluyó entrenamiento de fuerza en invierno (ascensión de los puertos con un desarrollo enorme a cuatro o cinco kilómetros por hora, la velocidad mínima que permite al ciclista no caerse de la bicicleta) y la utilización de tiendas hipobáricas en primavera (como la que usó en marzo para dormir durante la Vuelta a Murcia: un invento que permite simular durante el sueño las condiciones de falta de oxígeno que se dan a más de 2.000 metros de altitud para estimular la eritropoyesis, fabricación acelerada y legal de glóbulos rojos).
Este método ya lo utilizó Ivan Gotti, otro pupilo de Ferrari, en su victorioso Giro de 1999. Ferrari también diseñó y supervisó personalmente la concentración de varios corredores del US Postal en la altura de la Cañadas del Teide, en Tenerife en el mes de marzo. El médico italiano viajó a la isla canaria para estar con los corredores, Armstrong, Heras y Rubiera, entre otros, en el Parador del Teide.
Todo esto fue admitido finalmente, aunque de una forma tácita, por Armstrong. 'Sí, estoy con Ferrari', dijo a un puñado de micrófonos a la puerta del autobús de su equipo, flanqueado por sus dos inseparables guardaespaldas. 'Pero dadme alguna prueba de que me he dopado. Quiero pruebas. Me han hecho tests antidopaje, análisis de sangre antes de empezar el Tour, hay una investigación judicial. Y nunca he dado positivo. No hay ninguna prueba en contra mía. Soy un atleta trasparente. Colaboro con Ferrari, que para mí es un hombre honesto, ético, una buena persona, dentro de los límites permitidos. Pero romperé con él si en el juicio se demuestra que ha practicado el dopaje'.
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