Sin aliento ni oído
La segunda entrega del Kirov no sólo fue descorazonadora, sino frustrante. Esperábamos alguna mejora y algo de virtuosismo apreciable, pero la noche discurrió sin ton ni son ni armonía.
En realidad ni se bailó el tercer acto de Raymonda ni el tercer acto de El corsario. En su lugar, en el primero se vio un lamentable y desajustado grand pas en que las complejas evoluciones de acento húngaro y las cargadas que deben efectuar los bailarines a sus parejas femeninas estuvieron repletos de irregularidades y falta de coordinación. La bailarina de origen estonio Veronika Part empezó bien, pero enseguida perdió fuste y empaque.
La noche la había abierto una lamentable interpretación fuera de estilo y musicalidad de Rubies, donde sólo puede concederse algo de atención a las hermosas piernas y extensiones de Irina Golub y a los eternos trajes de Karinska.
Ballet Kirov-Marinskii de San Petersburgo
Rubies: Balanchine/Stravinski; Raymonda (acto III): Sergeiev-Petipa/Glazunov; El jardín encantado (acto III de El corsario): Gusev-Petipa/Adam y Drigo. Jardines del Generalife, Granada, 7 de julio.
Para terminar el incomprensible desaguisado se presentó una especie de pastiche de lo que debía ser el acto puro de El corsario. Pero de nuevo se jugó a engañar al público granadino e igualmente en el programa anterior algún bailarín suprimió su variación en Paquita, aquí faltaron la triada de las archiconocidas variaciones de las odaliscas y se agregó un recurrente paso a dos del esclavo que pertenece a otra zona de la obra. El resultado doblemente irrespetuoso, a pesar de que el siempre potente Adrei Batalov (un excelente intérprete del género démi-caractère) y de una más o menos controlada Elvira Tarazova. Para esta función vino expresamente la única prometedora solista del viaje: Svetlana Zajarova, que se limitó a un inocente fragmento en el que si bien demostró corrección, apenas pudo lucir las dotes que le atribuye entre otros la prestigiosa crítica Olga Rosanova, quien ha dicho de ella recientemente que es el más digno relevo de las estrellas de la anterior generación petesburguesa.
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