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UN MUNDO FELIZ
Columna
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El rompecabezas

La historia de Jeannine, la mujer francesa que tuvo el 14 de mayo pasado un hijo a los 62 años, es más que estremecedora. Es un rompecabezas ético y jurídico que plantea la dimensión desconocida del mundo que viene: una locura familiar, genética y humana. La prensa francesa al completo ha seguido el asunto al detalle, y un reciente resumen del diario Libération (21 de junio) ha dado los datos cronológicos de esta historia, que se ha ido conociendo poco a poco gracias a la curiosidad de los periodistas.

Lo primero que se supo es que Jeannine, de 62 años -una edad estupenda para abuelitas cañón-, había dado a luz un niño en una clínica de Fréjus. A continuación se informó de que tal milagro era fruto de una fecundación in vitro efectuada fuera de Francia por medio del óvulo de una donante norteamericana. Poco después salió a la luz el rostro y el drama personal de Jeannine como madre frustrada de toda la vida. Inmediatamente, una revista reveló que en la familia de Jeannine había ya otro niño de laboratorio, fecundado el mismo día que el hijo de Jeannine, y que había nacido en Estados Unidos ocho días después, inseminado con el semen del hermano de Jeannine, Robert, un ciego de 52 años. La última noticia del caso es una declaración de la mamá / abuelita francesa en la que explica que el padre biológico de su hijo es también su hermano Robert.

Es decir, que la peculiar familia de los dos hermanos franceses, Jeannine y Robert -que se quedó ciego y desfigurado por una tentativa de suicidio hace unos años- queda de la siguiente forma: hay un bebé, hijo de una madre de 62 años, cuyo padre es a la vez su tío, el cual es el padre de una niña nacida en Estados Unidos que es prima y hermana, al mismo tiempo, del primer bebé. Los dos retoños, además del mismo padre biológico tienen la misma madre biológica, aunque los embarazos fueran de dos mujeres diferentes. Genealógicamente, esos hermanos / primos tienen sólo dos abuelos en vez de los cuatro de la gente normal. Delirante pero clarísimo, ¿no?

¿Cómo pudieron los médicos permitir tal situación?, se han preguntado en Francia. Los médicos se encontraron, al parecer, con el pastel hecho. ¿Por qué tenían Jeannine y Robert que dar más explicaciones a nadie ya que la ciencia les permitía cumplir sus sueños de maternidad / paternidad? La legislación norteamericana a la que se acogieron tampoco les pidió más datos. Otros se han preguntado, ingenuamente, si había incesto: ¿incesto biológico, hecho en laboratorio? He aquí una nueva figura moral. ¿Qué iglesia la imaginó alguna vez?

Por lo demás, Robert y Jeannine viven tranquilamente, como una familia cualquiera, en Francia con sus dos retoños. Mientras, algunos se preguntan cuál será el futuro de esos 'hijos del delirio', como los ha llamado un médico francés. El caso es que en esta historia no ha intervenido la controvertida clonación, sino una mera voluntad individual favorecida por los avances científicos sobre fecundación.

El rompecabezas de esta familia muestra -no podía ser de otra manera- que la gente tiene ganas de jugar en esa enorme ruleta de la vida hecha a voluntad. Que los jugadores quizá no sean los más adecuados tal vez es lo único que permite una sociedad infantilizada por el consumo, el paternalismo y la irresponsabilidad. Acaso, hartos de otros juguetes, cansados de la facilidad televisiva, los niños mimados del privilegiado Occidente buscan en el laboratorio las promesas que el supermercado y el parque temático incumplieron. Si los científicos pueden pasar por dioses, ¿por qué no los demás?

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