Adriana Varela trae a España sus tangos llenos de pasión y duende
La cantante porteña actúa mañana en Madrid y el día 11 en Barcelona
Adriana Varela tiene el mundo a sus pies, pero da la impresión de que no lo quiere. Es la dama del tango actual, pero no parece cómoda en el papel de estrella. Dice que duda mucho, que está en un momento muy brillante, pero que no sabe si se queda o se baja. Considera que 'todo el que se expresa con certezas está loco', porque 'la palabra que atraviesa el siglo es incertidumbre'. Y no está segura de que sea el éxito lo que quiere: 'Está muy bien viajar, subirte al escenario, maquillarte, hacerte fotos, pero es una movida, y qué se yo, los trámites son incómodos y no veo la hora de llegar a casa y estar con mis dos hijos adolescentes...'.
Varela estudió biología. Iba para cantante de rock y venía de una familia de clase media. Sobrevivió a la dictadura protegida por sus padres, escuchando a Serrat y a los Beatles. De pronto, a principios de los años 90, descubrió el sonido del arrabal porteño y lo hizo naturalmente suyo. Desde entonces, canta tangos olvidados, tangos de izquierdas, tangos del Polaco Goyeneche, de Enrique Cadícamo, de Pascual Contursi y de Virgilio y Homero Expósito, tangos lunfardos y amargos o tangos dulces como cuchillos.
Viene, 'muy cansada', de cantar en el Teatro de Chaillot de París, donde ha presentado el disco que su productora (propia, de ella) acaba de editar. Se titula Más tango, y contiene 14 canciones, algunas tan bellas como Pompas de jabón, Los cosos de al lado, Mi noche triste o El Milagro.
Una opción
'Yo soy mi repertorio', afirma, 'mi repertorio ha sido lo que me ha catapultado, lo que me ha caracterizado. Decidí cantar lo que no cantaba nadie, alejarme de las fórmulas del tango for export. No por nada, sino porque fui eligiendo los tangos que más me inquietaban, los que reflejaban mi postura ante la vida. Eso supuso salir de Caminito, El Choclo y Nostalgia, pero no fue deliberado, sólo fue una opción'.
Varela cree que el tango viajó 'desde Gardel a Piazzola sin pararse en todos los grandes poetas y músicos que crearon durante 50 años. Yo, una loca, una atrevida, una que venía de la medicina, empecé a destapar una olla de tangos que había estado cerrada mucho tiempo'.
No es un mérito, añade enseguida, 'porque eran los tangos que me gustaban como espectadora'. Y todavía sostiene que nunca ha dejado de ser espectadora: 'El escenario es una anécdota. Lo importante es la pasión, expresar tus contradicciones, abrirse al otro, ver al otro'.
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