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LITERATURA POPULAR | RAÍCES
Columna
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Ahora que tenemos tiempo...

Ahora que tenemos tiempo, vamos a contar verdades. La primera de todas es que, en Andalucía, queda mucho trabajo de campo por hacer en materia de tradiciones populares, pues éstas, aunque a duras penas, todavía se mantienen en los más variados rincones de nuestra geografía. La segunda es que nos ha tocado a nosotros, a esta generación me refiero, llevarlo a cabo, con o sin ayudas oficiales. La razón es muy sencilla: dentro de 20 o 30 años ya no quedará nada, salvo que seamos capaces también de rehabilitar canciones populares, juegos, cuentos, romances...

Y, visto que los escenarios rurales y familiares desaparecen, habrá que buscar otros nuevos donde implantarlos. Uno es sin duda la escuela, como lugar de investigación y de transmisión. A mediados de los ochenta, la Consejería de Educación puso en marcha un interesante programa de Cultura Andaluza, que incluía búsqueda y revitalización de nuestras tradiciones orales en el medio escolar, y que dio resultados bastante apreciables, al menos en la toma de conciencia del problema. Ese programa hace años que pasó a mejor vida, víctima de los muchos avatares políticos del departamento, pero quedan restos de aquel impulso que se resisten a desaparecer. Aquí y allá sigue habiendo equipos de profesores dispuestos a hacer nuevas lecturas pedagógicas del legado de nuestros mayores, y que ponen a saltar a la comba a sus alumnos y alumnas, a jugar con refranes o a dramatizar cuentos. Odres nuevos para viejas soleras.

Uno de esos equipos es el que se configuró en enero, en torno al Centro de Profesorado de Úbeda, para la búsqueda y catalogación de cuentos populares en la comarca de La Loma y alrededores. Pues bien, en menos de seis meses de labor indagatoria, ya ha reunido más de un centenar de preciosas versiones de esos relatos, en su mayoría grabadas al magnetófono por los propios alumnos a sus abuelos u otras personas mayores. Ahora se trabaja en la transcripción y en la clasificación, pero una primera ojeada nos permite ya afirmar que poseen un alto valor textual y contextual, amén de alguna interesante sorpresa. No es más que una muestra de lo mucho que aún puede y debe hacerse. Les tendremos informados.

Pero hay otro escenario al que también podemos dirigir nuestras pesquisas, y que ha de tomarse como complementario del anterior: los centros de la tercera edad. Las personas que nos han precedido en la vida suelen pasar en ellos el tramo final, muchas veces aburriéndose, cuando podían estar en las casas, contándoles cuentos a los nietos, y no sesteando delante del televisor, lo mismo que sus nietos. (Debe de ser otro de los efectos de la globalización). En fin, que es una pena.

El otro día, y en paralelo con las jornadas de cuentacuentos de Úbeda y de la sesión de trabajo del equipo de investigación antes mencionado, hicimos nuestro pequeño rastreo en el centro de día de los mayores. El resultado no pudo ser más esperanzador. En cuanto los abueletes escucharon a los narradores profesionales, se animaron y se pusieron a contar también esas viejas historias que buscamos. Entre ellos, conocimos a Pedro Martínez Olmedo, de 85 años de edad, un verdadero pozo sin fondo de repertorios populares, y de quien les hablaré otro día.

Como anticipo, vean esta variante que nos dio del famoso disparate cantado Ahora que tenemos tiempo..: 'Ahora que estamos despacio, vamos a contar mentiras. Yo salí de mi cuartel, con hambre de seis semanas. (Sigue lo conocido hasta que aparece el amo del melonar). Me ha pegado una pedrada, que me ha dado en un tobillo. Me fui a casa la ventera, que me liara un trapillo. La ventera estaba arando, y el ventero había parido. Los cántaros en la lumbre, las ollas por agua van. La escobilla en la alacena, la alcuza barriendo está'. No desconecten.

A. R. ALMODÓVAR

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