El capricho solidario de los famosos
Apenas 3.000 personas acudieron en Barcelona al festival benéfico de moda y música Frock and Roll
No, Naomi Campbell no encontró en Barcelona el plató para demostrar al mundo cuán solidaria es, y el gran perjudicado fue un Nelson Mandela que apenas pudo recaudar fondos para su fundación infantil.
Según unos datos benévolamente hinchados por la organización, fueron 5.800 personas las que asistieron al Palau Sant Jordi para presenciar el espectáculo Frock & Roll, que así consiguió convertirse en uno de los actos menos concurridos de todos los que ha acogido el gran recinto olímpico en su historia.
Para aumentar la magnitud de la catástrofe, la mayor parte de la asistencia acudió invitada por una organización que prefirió perder dinero antes de que el recinto estuviese más vacío de lo que estuvo. Eso sí, lo que no se entiende es cómo se puede ir a perder dinero en un acto benéfico.
Bono no había actuado ante tan poca gente en los últimos 15 años
El espectáculo comenzó con 35 minutos de retraso, cuando una sucintamente ataviada Elle McPherson dio la bienvenida al personal que se arracimaba en torno a la pasarela, la mayor parte del mismo extranjero.
Poco después aparecieron en escena Nelson Madela, Naomi Campbell y un Bono que, pese a los vítores que recibió, tenía cara de estar comiéndose un sapo enorme.
Mandela, todo buena voluntad, declaró que sus expectativas se veían completamente colmadas, declaración que llevó a pensar en cúal era la cifra en que había situado las expectativas de asistencia a un festival que en la misma semana había estado a punto de suspenderse tres veces por falta de ventas. Luego, tras decir que amaba a todos y cada uno de los allí presentes, Mandela dijo que se tenía que marchar porque al día siguiente había de estar en Mozambique.
Entonces comenzó lo que se había vendido como gran espectáculo y acabó siendo uno de los shows más irritantes, tristes y patéticos que han pasado por Barcelona. Porque de poco menos que irritante se puede calificar que una de las marcas de ropa hiciese desfilar a sus glamourosas modelos frente a una pantalla en la que se proyectaban imágenes del África real que servía de inspiración a la colección exhibida. Se veían mujeres cribando grano, niños elevando las manos en demanda de lo que podía suponerse comida y demás instantáneas de un continente que en pasarela sólo servía para inspirar una colección que superponía diversos tejidos y prendas imitando el estilo de los desharrapados y/o guerrilleros.
Y si esto ocurrió con los desfiles, en los que, por supuesto, Naomi tuvo un papel central como gran y caritativa impulsora del acto, en el apartado de la música los despropósitos no fueron de menor calado.
De entrada, se cayó del cartel Macy Gray, con lo cual acabó suspendiéndose el 80% de las actuaciones anunciadas hace dos semanas. Luego resultó que Wycleff Jean quiso hacer bromitas y chistes, entre ellos una versión del No woman no cry, de forma que su actuación fue más bien un amago de actuación. Algo así pasó con Bono, que probablemente no había actuado ante tan escasa concurrencia en los últimos 15 años. Con una guitarra acústica deshizo sin gana alguna el I shall we released, de Bob Dylan, para luego cantar con la banda de Wycleff dos temas de U2, One y Sunday bloody sunday. Tras ello, tras el trago, se marchó de escena y dio paso a una versión de Guantanamera en la que el tropel de modelos ocupó el escenario con la intención de alargar el espectáculo. Más tarde, se cantó Redemption song, y todo el mundo a casa.
Así acababa el caprichito solidario de unos famosos tan llenos de ego que no reaccionaron suspendiendo el acto ante la evidencia de que el público de Barcelona no se daba por aludido. La solidaridad puede ser un caprichito muy caro.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.