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De Malvinas a Aerolíneas

El sociólogo Juan José Sebrelli llama 'explosiones de peste emocional' al ciego unanimismo que embarga de tanto en tanto a la sociedad argentina, expresado en ocasiones como el mundial de fútbol de 1978, en plena dictadura, o durante la guerra con Inglaterra por las islas Malvinas. Si en 1982, de la noche a la mañana, 'los ingleses' aparecieron como la fuente de todos los males (o dicho de otro modo, como si derrotarlos fuese a acabar como por encanto con todos los existentes), ahora ciertos sectores, con la misma liviandad pero evidente menor éxito, designan a otro íncubo encarnado: los españoles. Ellos son los responsables del vaciamiento de Aerolíneas Argentinas, nuestra línea de bandera; ellos no han cumplido; ellos se han portado como bellacos...

Ellos. ¿Acaso alguien imagina que los empresarios argentinos (cuyos depósitos en el extranjero suman 120.000 millones de dólares; tres cuartas partes de la deuda externa) se hubiesen comportado de modo diferente en iguales circunstancias? Los empresarios que 'compraron' Aerolíneas Argentinas, esencialmente el Estado español, se movieron según los mismos parámetros riesgo-beneficio con que opera el capitalismo en esta fase neoliberal y no hicieron más que aprovechar sin miramientos todas las facilidades que se les otorgaron... y mucho más. Tanto, que el fiscal general argentino Maximiliano Rusconi prepara una presentación contra la empresa acusándola de 'subversión económica' y el Defensor del Pueblo de la Nación, Guillermo Mondino, la acusa de presunto vaciamiento, entre otras querellas en curso o que se preparan.

El caso Yacimientos Petrolíferos Fiscales-Repsol, aunque en apariencia más prolijo, no es en esencia diferente: si Aerolíneas se quedó sin bienes y acumuló deudas en pocos años, YPF agotará sus reservas a plazo breve (nueve años) exportando sin freno, mientras los argentinos pagan la gasolina a precios internacionales, como los ciudadanos de un país importador. Luego Repsol se irá, o se reciclará. Por su parte, la abogada Noemí Bevilaqua, adjunta a la Defensoría del Pueblo de la Nación, lleva adelante una investigación que probaría numerosos incumplimientos de contrato por parte de las compañías que se hicieron cargo del suministro de aguas. Casi sin excepciones y cualquiera sea su nacionalidad de origen, todas las empresas privatizadas -autopistas, ferrocarriles, correos, teléfonos, etc.- ofrecen servicios muy caros y/o deficientes y no cumplen con los exiguos compromisos asumidos con el Estado.

Cada día aparece con mayor claridad que todo el proceso de privatizaciones argentino de principios de la década pasada no fue más que una trama crapulosa, urdida por un grupo de irresponsables y deshonestos en el Gobierno, sobre la que se precipitaron capitales internacionales ávidos de negocios de rápido y alto retorno con el menor riesgo e inversión real. Esta situación se mantiene, gracias a la estólida pasividad del Gobierno actual.

Por eso la sociedad no parece haber mordido esta vez el anzuelo, aunque un boicot en regla a las compañías extranjeras no debe descartarse si esta situación se prolonga. Dada la extrema gravedad de las denuncias sobre presunto vaciamiento de Aerolíneas, corresponde una auditoría sobre los manejos de la empresa, empezando por la forma en que fue privatizada, así como pedir cuentas a los miembros de la justicia argentina que en 1990, ante una presentación judicial para impedir la venta por su opacidad, decretaron el 'per saltum' (apelación directa ante la Corte Suprema, controlada por el gobierno), que facilitó la operación. El actual ministro de Economía, Domingo Cavallo, ocupaba el mismo cargo en 1994, cuando se renegoció la privatización y, a pesar de que la parte compradora 'había violado todos los términos del contrato (...) en vez de exigir su cumplimiento o rescindirlo, permitió la venta de los activos (aviones, simuladores, locales y edificios), renunció al derecho de veto del Estado y decidió entregar el 85% de las acciones al grupo español' (diputada Alicia Castro, Clarín, Buenos Aires, 11-6-01).

¿Dónde estaban y qué decían cuando se privatizó la empresa los furibundos sindicalistas y políticos menemistas que ahora piden un boicot contra todo lo español?

Aclaradas las cosas, cada cual deberá asumir su responsabilidad -y la de la parte española parece ser enorme- pero no será perpetuando el hábito de buscar chivos expiatorios foráneos que los argentinos comenzarán a solucionar sus gravísimos problemas.

Carlos Gabetta es periodista argentino, director de Le Monde Diplomatique en castellano, edición Cono Sur.

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