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Reportaje:

Pitis, estación de riesgo

Cientos de personas se juegan la vida al cruzar la vía del tren para comprar droga en el poblado de La Quinta

Próxima parada: Pitis. Miles de personas utilizan a diario esta estación de metro, inaugurada en marzo de 1999 y situada en el noroeste de la capital (distrito de Fuencarral), para enlazar con la estación de tren del mismo nombre. Fuera, el paisaje es digno de la película Mad Max y rompe con la imagen del norte rico frente al sur deprimido: polvo, piedras, ni un alma por la calle y un ambiente seco que se acentúa por el calor. La casa de los empleados de Renfe tiene rotas las persianas. Si no fuese por un canario que está en una jaula en una ventana, nadie diría que ahí vive gente.

Al fondo, el poblado de Pitis, compuesto por 120 familias portuguesas que hace tres semanas comenzaron a ser realojadas. Cuatro familias con hijos enfermos o discapacitados fueron trasladadas a pisos municipales de alquiler. Al otro lado de la vía del tren, el poblado de La Quinta, uno de los mayores hipermercados de la droga de la capital.

A las 11.30, la estación de tren de Pitis no tiene taquillera y está a oscuras. De una máquina de refrescos cuelga un cartel de 'no funciona'. Los baños están cerrados a cal y canto y, en otra de las puertas, hay un letrero que pone: 'Peligro de muerte'. Los ascensores para minusválidos no funcionan. Cinco guardias de seguridad vigilan los andenes. 'Estamos aquí para que no se pare ningún drogadicto y para que no se pinchen en los andenes. No suelen dar problemas, pero por si acaso...', comentan.

Los guardias se refieren a las cientos de personas que a diario usan el tren de Pitis, o el metro, para acercarse a comprar droga al poblado de La Quinta. Pero, además de estas personas, 3.200 usuarios según Renfe, pasan por la estación de tren de Pitis todos los días para enlazar con el Metro. 'Esta estación la usamos muchos vecinos. No es justo que los baños y los ascensores no se puedan usar y que la estación esté olvidada por Renfe a causa de los drogadictos', asegura Nacho Paunero, presidente de la Asociación de Vecinos de Arroyo del Fresno, barrio cercano a Pitis.

Para llegar al poblado desde la salida de las dos estaciones, que están juntas, sólo hay una opción: cruzar dos vías del tren, una de ellas en curva y con escasa visibilidad. El desfile de personas que se juegan la vida para comprar droga es continuo. A cualquier hora cruzan la vía, aunque el tren se esté acercando a la estación de Pitis, a paso lento. Como fantasmas. Cada 10 minutos pasa un convoy, y en cada momento cruza uno o dos drogadictos. En los últimos cinco años, nueve personas han muerto por cruzar las vías, que no tienen ninguna valla de seguridad. Sólo un cartel de 'Prohibido el paso' que a nadie cohibe.

Media hora después de llegar al poblado de La Quinta, los drogadictos vuelven, se sientan debajo de los árboles que rodean la vía y allí se inyectan la heroína. Algunos se esconden dentro de una alcantarilla que hay en el descampado, cierran la tapa y allí se quedan. El paseo que rodea la vía está lleno de polvo y piedras, pero también de envoltorios de jeringuillas y condones.

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El poblado de La Quinta tiene unas 90 casas prefabricadas, que se ocuparon en 1992. Las familias chabolistas procedían de la Cruz del Cura, de Ricote y de la avenida del Aster. En los días del realojamiento, varios hombres de respeto gitanos se reunieron con representantes del Ayuntamiento para garantizar que no se vendería droga en la zona. La tregua fue fugaz y nunca definitiva. Enseguida el mercado de las papelinas apareció por La Quinta y los toxicómanos empezaron a ir al poblado.

Los vecinos de la colonia Mirasierra, la más cercana al poblado y de clase media-alta, llaman a este continuo ir y venir de drogadictos 'la senda de los elefantes'.

Dos toxicómanos cruzan la vía, en Pitis, para ir a comprar droga al pobaldo de La Quinta, en una imagen de archivo.
Dos toxicómanos cruzan la vía, en Pitis, para ir a comprar droga al pobaldo de La Quinta, en una imagen de archivo.ULY MARTÍN

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