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La Filmoteca dedica tres meses a las películas del gran director Raoul Walsh

Al mismo tiempo que la Cinémateque Française y la Cinemateca Portuguesa, la Filmoteca Española rinde un homenaje al gran realizador norteamericano de películas de acción Raoul Walsh. Desde mayo y hasta finales de julio se están exhibiendo en sus dos salas del cine Doré la totalidad de las películas que se conservan de las 110 que rueda, entre 1915 y 1964, a lo largo de sus 50 años de carrera. Hijo de un irlandés diseñador ropa, Raoul Walsh (Nueva York, 1887; Simi Valley, California, 1980) debuta en 1910 como actor de teatro, dos años más tarde escribe sus propios textos dramáticos y empieza a actuar en cine. Tras conocer al famoso director David W. Griffith, abandona su carrera de actor para empezar otra mucho más importante como realizador.

Muchas de sus cuarenta películas mudas Walsh las dirige para el productor William Fox. Entre ellas destacan El ladrón de Bagdad (1924), fantasía oriental producida y protagonizada por Douglas Fairbanks, y La frágil voluntad (1928), primera versión de la conocida obra de Somerset Maugham producida y protagonizada por Gloria Swanson.

El mejor tuerto

Durante el rodaje del western sobre Cisco Kid En el viejo Arizona (1929), su primera película sonora, pierde el ojo derecho y, junto a Nicholas Ray y Fritz Lang, Raoul Walsh se convierte en uno de los grandes directores tuertos del cine norteamericano. En la primera mitad de los años treinta trabaja para William Fox en obras interesantes, Mi chica y yo (1932) y Suerte de marino (1933), pero decae en la segunda por problemas personales, y cuando hace para Paramount comedias sofisticadas, A las ocho en punto (1935), o musicales, Artistas y modelos (1937).

La mejor etapa de la carrera de Walsh son los años cuarenta. Dirige con libertad para el productor Jack Warner veintitantas películas de acción. Personal cine negro, como Al rojo vivo (1949); westerns excelentes como Murieron con las botas puestas (1941), Juntos hasta la muerte (1949) o Tambores lejanos (1951); cuidadas historias bélicas como Objetivo Birmania (1945), y divertidas comedias como La pelirroja (1941).

Su última etapa, entre los años cincuenta y los primeros sesenta, es desigual, pues no trabaja con continuidad para ningún estudio. Sin embargo, contiene películas de la altura de El mundo en sus manos (1952), apasionada aventura escrita por Borden Chase; Un león en las calles (1953), sobre la ascensión y caída de un político, y La esclava libre (1957), eficaz melodrama sureño sobre el fondo de la Guerra de Secesión, adaptada de una novela de Robert Penn Warren, frente a la frustrada historia de la II Guerra Mundial Los desnudos y los muertos (1958), brillante adaptación de la novela homónima de Norman Mailer, destruida por la censura. En 1974 publica una irregular autobiografía que se ha reeditado varias veces en castellano con diferentes títulos.

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