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Reportaje:

La difícil elección de Ecaterina

Una inmigrante 'sin papeles' perderá el derecho a regularizarse si viaja a Rumania, donde su marido agoniza

O dejar de ser una inmigrante sin papeles de una vez por todas o acompañar a su marido en el lecho de muerte. Ésta es la difícil encrucijada de Ecaterina Macavei, una inmigrante rumana de 54 años, que vive en Madrid en situación irregular desde hace un año. Su marido agoniza en un hospital de Bucarest y ella ansía acudir a su lado. Pero, si lo hace, pierde la posibilidad de obtener el anhelado permiso de residencia, que ya ha solicitado en la actual regularización, con muchas posibilidades de conseguirlo. La normativa de extranjería es clara: un sin papeles no puede, por su propia condición de irregular, pedir un permiso para retornar a España si, por cualquier razón, debe salir del país. Si se marcha, las autoridades españolas no le permitirán regresar.

'Parece injusto que por ir a despedir a su esposo moribundo pierda su futuro en España'

Esta inmigrante rumana cumple todos los requisitos para conseguir un permiso de residencia en el actual proceso de regularización: tiene una oferta de empleo, porque de hecho lleva 10 meses trabajando de empleada doméstica, aunque de forma irregular, y puede demostrar que llegó a España antes del pasado 23 de enero.

Todas estas perspectivas de futuro se irán al garete si abandona España, pero Ecaterina tiene una poderosa razón para volver temporalmente a Rumania: su marido, Joan Macabei, agoniza en el hospital clínico de urgencias de Floreosea, en Bucarest, aquejado de una neoplasia pulmonar con parada cardiorrespiratoria. El diagnóstico de cáncer lo conoció en febrero, cuando ella llevaba ya ocho meses en Madrid.

Los responsables del hospital le escribieron a Ecaterina el 25 de junio pidiéndole 'su firma y su presencia' para desconectar los aparatos que mantienen artificialmente con vida a su esposo.

Desde entonces, esta mujer está presa de la angustia. Sabe que no podrá despedir en condiciones a su marido porque él ha perdido ya toda consciencia tras entrar en coma hace dos semanas. Pero abriga la esperanza de poder, al menos, estar a su lado antes de que expire. Su corazón le empuja a marcharse y lo hará. El asunto es que el precio a pagar es muy alto: perder las posibilidades de vivir en España con plenitud de derechos ahora que, según cree, tiene el permiso de residencia al alcance de la mano.

Esta maestra de escuela, madre de una joven de 27 años, decidió cambiar sus clases en Rumania por un trabajo de empleada de hogar en Madrid, donde gana más dinero. Llegó a España en julio de 2000, una vez finalizado el curso escolar, con un visado de turista que expiró a los tres meses. Su objetivo era ahorrar para comprar una pierna ortopédica a su marido, al que los médicos tuvieron que amputar la extremidad izquierda. Después, con la amenaza del cáncer, tuvo que enviarle dinero para costear la radioterapia. Todos sus esfuerzos han sido en vano: su esposo se muere y si ella ahora quiere seguir en Madrid es porque cree que en esta ciudad tiene más futuro.

Luis, la persona para la que trabaja desde hace diez meses, le ha ofrecido un contrato. De hecho, presentaron la solicitud el 26 de diciembre a la Dirección Provincial de Trabajo y han vuelto a hacerlo en el actual proceso de regularización, ya que en este proceso extraordinario no se deniegan los permisos con el argumento de que hay españoles en paro, algo que sí sucede a lo largo del año. Puri, la madre de Luis, se muestra preocupada por la difícil tesitura a la que debe hacer frente Ecaterina. 'Es una persona y una trabajadora magnífica y parece injusto que por ir a despedir a un marido que se muere, algo que cualquiera haría en su lugar, vaya a perder todas las posibilidades de futuro en España', explica.

Su problema, que, con distintas variantes, sufren otros muchos sin papeles, ha calado hondo en algunas personas de su entorno, que han recorrido dos ONG, tres comisarías y la oficina de asuntos consulares en busca de una solución 'humanitaria'. Pero siempre chocan con la normativa de extranjería que cierra puertas a los irregulares.

Portavoces de la Jefatura Superior de Policía explican que la única salida es que la Delegación del Gobierno conceda una medida de gracia, por causas humanitarias, como las que se dan en otros casos. Pero en la Brigada Provincial de Extranjería y Documentación indican que sólo la Embajada de Rumania puede dar una solución. Mientras, Ecaterina, obsesionada por la idea del marido moribundo, siente que sólo le queda hacer las maletas... aunque el precio sea no regresar.

Ecaterina Macavei, en Madrid.
Ecaterina Macavei, en Madrid.ULY MARTÍN

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