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LA CRÓNICA
Columna
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Contra la 'omertà'

Desde que Ennio Bíspuri ha tomado el mando del Instituto Italiano de Cultura de Barcelona, no hace ni un año, los catalanes tienen la posibilidad de disfrutar de lo que las distribuidoras cinematográficas tan globalizadoramente les niegan: un poco de buen cine italiano. Y no será por falta de clientela: tal es la sed que de él tienen los cinéfilos del país que incluso un plomo como Nanni Moretti (sí, Caro diario era muy enrollada y tal, pero a ver quién tiene narices de tragarse las otras 10 o 12 tabarras social-leninistas que ha rodado) es considerado un llenasalas, por el simple hecho de ser el único que accede a ellas.

Infinitamente más interesante es el director Giuseppe Ferrara, cuya obra trata casi exclusivamente sobre la cuestión mafiosa (con la única excepción de El caso Moro, sobre el asesinato del líder democristiano Aldo Moro a cargo de las Brigadas Rojas). Con un enfoque decididamente documental, la cámara de Ferrara ha recreado los sanguinarios métodos de trabajo de la Cosa Nostra (Il sasso in bocca), el drama de las esposas de mafiosos (Donne di Mafia) o la biografía del héroe anti-Mafia, como el caso del general Carlo Alberto dalla Chiesa (Cento giorni a Palermo) o de Giovanni Falcone (Giovanni Falcone). La carga emotiva de este tipo de cine, más reportaje que ficción, es tal que el propio Bíspuri se quedó sin palabras a la hora de presentar el debate consecutivo a la proyección de este último filme, al término del ciclo dedicado a Ferrara con que hace pocos días nos obsequió.

Un ciclo de películas de Ferrara en el Instituto Italiano propició la visita de Maria Falcone, hermana del juez asesinado por la Mafia

Pero el director del Instituto Italiano, junto con la más que competente Daniela Aronica, responsable del Centro de Estudios sobre el Cine Italiano (93 487 53 06), no se conformó con traer al cineasta, sino que invitó a una de las personas que más han combatido esa lacra que Ferrara denuncia en sus películas: Maria Falcone, profesora de Derecho y hermana de Giovanni Falcone, el célebre juez asesinado en 1992 mediante una descomunal carga de trilita que reventó la autopista Palermo-Aeropuerto. Escucharla pone la piel de gallina: 'La Mafia se adapta a las nuevas circunstancias, es su principal característica. Ahora su estrategia incluye el tráfico de drogas y de armas, y la prostitución, pero sobre todo las concesiones de grandes obras públicas por valor de centenares de millones. O sea, como si el propio Estado financiase la más mortífera de las organizaciones criminales europeas'.

La señora Falcone no olvida las enseñanzas de su hermano sobre las conexiones Estado-Cosa Nostra. Por eso creó la Fundación Giovanni y Francesca Falcone, sólo siete meses después del brutal atentado contra el juez, en el que además perecieron su esposa, Francesca Morvilio, también magistrada, y los tres policías de su escolta. Lo desmesurado de aquella acción, que conmovió a toda la sociedad italiana (la fundación ha editado un libro, L'albero Falcone, hecho exclusivamente con mensajes de luto que los palermitanos colgaron del árbol frente a su casa), se debió a que Falcone fue el primer magistrado que osó investigar el denominado 'tercer nivel' de la Mafia, el político, demostrando tras muchos años de negativas judiciales la estructura piramidal de la organización. En los últimos tiempos, además, Falcone colaboró estrechamente con el juez Paolo Borsellino, quien pereció de igual modo solamente dos meses después.

'Hasta 1980 la palabra Mafia estaba vetada en el vocabulario político, nadie la pronunciaba ni la escribía. Gracias a la creación del pool anti-Mafia por parte de Giovanni y otros jueces, los italianos le empezaron a perder el miedo'. La actividad del pool, a pesar de los muchos obstáculos con que la burocracia estatal trató de desactivarlo, culminó en 1987 con la condena a cadena perpetua de buen número de familias de la Cosa Nostra tras dos años de maxiproceso, obtenida sobre todo gracias a las revelaciones del arrepentido Tommaso Buscetta. Pionero de la figura del 'colaborador de justicia', Buscetta regresó de Estados Unidos para ayudar a Falcone, aunque siempre se negó a revelar al juez nombres de cargos políticos porque, según Maria Falcone, 'consideraba que el Estado no estaba preparado para utilizar con buen fin esa información'. El jefe del Estado por aquel entonces era el sempiterno Giulio Andreotti, líder de la Democracia Cristiana, repetidamente acusado de connivencia con la Mafia (su encuentro, beso incluido, con el sanguinario boss Totò Riína estaba en boca de todos los italianos). 'Giovanni tenía claro que la política estaba en manos de la Mafia, pero no disponía de pruebas concretas para llevar a ningún político al banquillo y no quería arriesgarse a legitimarles juzgando a uno y que saliese absuelto. La mitad de los italianos creían en Andreotti y la otra mitad no. Cuando por fin, después de la muerte de mi hermano, fue llevado a juicio y declarado inocente, esa mitad que no creía en él ha tenido que aceptar a la fuerza su inocencia, porque las resoluciones judiciales hay que acatarlas'. Actualmente Andreotti, retirado de la vida pública, sigue pendiente de un recurso interpuesto por la acusación.

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'Lo que ahora me preocupa es que en Italia se observa cierta bajada de tensión, producto de la sensación de que la Mafia ha sido derrotada. Pero eso no es así. Aunque es verdad que hay muchos boss de la Cosa Nostra en prisión, empezando por el mismísimo Riína, la Mafia sólo está agazapada, esperando que pase el mal momento. Por eso la Fundación Falcone trata de difundir en todo el mundo las dos grandes ideas que, según Giovanni, deben regir la lucha contra el crimen organizado: asumir que no se trata de un fenómeno exclusivamente italiano, y mucho menos exclusivamente siciliano, sino transnacional, y que por tanto los Estados tienen que coordinarse para combatirlo, y comprender que a la Mafia no se la derrota sólo con la represión, sino con la mentalización: invertir esa cultura que moralmente todavía defiende la ilegalidad, la omertá, y sobre todo dar a las regiones del sur de Italia la posibilidad de crear un mundo laboral normal para evitar que los jóvenes sean carne de Mafia y para que empiecen a respetar las reglas, la democracia y la no corrupción'.

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