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El regreso del futbolista furtivo

"¡Coño, si Patri está ahí!" exclama con sorna Patricio Bernal Rubio (La Palma del Condado, 1973) imitando la sorpresa de los aficionados cuando vieron el pasado domingo por la tele cómo el onubense clavaba una rosca endemoniada por la escuadra. Una rosca que valía el ascenso a Segunda División del Ejido.

Pues sí, Patri está ahí, en El Ejido. "Aunque nadie se acuerde de mí". Un pueblo almeriense sembrado de invernaderos de plástico que mira a las costas de África. Un modesto club que acababa de subir a Segunda B y que se acordó de que en algún lugar del mapa penaba aquel juvenil mágico de finales de los ochenta (el más caro del mundo cuando lo fichó el Atlético del Betis en 1989) y lo rescató del Sevilla, que le había condenado a convertirse en un jugador furtivo sin ficha.

"Llevo dando vueltas 12 años y nunca he tenido buena suerte.Siempre se ha ido todo al traste". El Atlético y la prensa lo recibieron como a un nuevo prodigio. El primer Gil exhibía su megalomanía y desembolsaba 15 millones al año y un sueldo de medio millón al mes por aquel chaval. Sus compañeros se conformaban con 100.000 pesetas mensuales. Pronto Patri descubrió que "no se puede triunfar solo" cuando se encontró con la desconfianza de los compañeros de vestuario. El primer día de entrenamiento Patri apareció embutido en la camiseta de la selección. Un gesto que unido a su ficha le enemistó con todos: "Quién se cree este chico que es", murmuraba el vestuario. "Hubiese cambiado mi dinero por un poco de amistad" dijo entonces Patri con amargura antes de partir, después de cuatro años decepcionantes, a Barcelona. Allí, ganando mucho menos dinero que en el Atlético, se repitió la historia del chico triste que no se adapta y, ya fuera de la rueda del éxito, emigró a Badajoz. Un par de buenas campañas (en una de ellas firmó 14 goles) le devolvieron a Sevilla, a Nervión, pero otra vez la maldición se cruzó en su camino. No jugó un sólo minuto con el Sevilla -que incluso lo apartó del equipo- hasta que El Ejido se acordó de un tal Patri. No se arrepentirá. Patri recuperó el domingo el toque mágico y sacó "del anonimato" su nombre y el de su club, El Ejido.

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