Fusiones
El Día Europeo de la Música se conmemoró -¿y por qué no?- con un programa de raigambre americana, no tanto por los compositores (frente a dos estadounidenses había un francés y un ruso) como por las obras, citadas con frecuencia como ejemplo de la influencia del jazz en la música seria. Influencia a veces defendida y otras veces negada, porque aunque la mezcla de tan dispares idiomas haya producido, sin duda, un enriquecimiento mutuo, no está tan claro -casi cien años después- que vayan a desaparecer las fronteras, ni que los respectivos intérpretes se muevan con soltura en territorio ajeno.
Por eso no debe extrañarnos que los miembros del Grup Instrumental -al igual que los solistas- tuvieran dificultades para swingar en los pocos pasajes donde la música lo permitía, o para que el colorido, africanizante a veces, o simplemente americano, se escuchara siempre con la riqueza de gama deseada. Cuando los propios compositores no aciertan a encontrar la síntesis de ambos mundos o la alcanzan sólo en aspectos parciales, los instrumentistas se mueven en un campo resbaladizo donde es difícil conseguir resultados al gusto de todos. Caso aparte es el de Gershwin y Bernstein, que se acercan al jazz con más idiomatismo que Stravinski o Milhaud. Aunque no debemos engañarnos: su aproximación resulta sincera porque tienen bien hincadas sus raíces en el musical de Broadway, y es a partir de ese terreno de nadie (o terreno de todos) desde el que consiguen captar bastantes coordenadas de la música negroamericana. Ejemplos simpáticos de dicha simbiosis los tenemos en la capacidad de Gershwin para improvisar muchos solos de piano en el estreno de la Rhapsody in blue (al parecer no había tenido tiempo de escribirlos), o de aprovechar una broma sonora del clarinetista Ross Gorman, durante un ensayo, para incluirla como emblemático solo inicial, en lugar de lo que había compuesto previamente: al igual que Duke Ellington, sabía sacar partido de los músicos de la orquesta, y no le daba ningún miedo alterar su partitura con aportaciones ajenas. Desde el otro lado, un compositor tan sólido, tan vanguardista y tan poco ligero como Schönberg no tenía empacho en asegurar que Gershwin era un artista que expresaba nuevas ideas y que también era nueva su forma de hacerlo.
Grup Instrumental de València
Joan Cerveró, director. José Cervero, clarinete. Carlos Apellániz, piano. Obras de Bernstein (Prelude, Fugue and Riffs), Stravinski (Enony Concerto), Gershwin (Rhapsody in Blue) y Milhaud (La Création du monde). Palau de la Música. Valencia, 21 de Junio
Quizá la novedad intuida por el vienés estribaba justamente en esa autenticidad de la fusión con el jazz, fusión que como tal casi siempre queda abortada, aunque la música resultante sea exquisita (Ebony Concert es un buen ejemplo). Después de Gershwin, la antorcha ha sido tomada por muchos, y, sin embargo, los lenguajes permanecen separados. En cualquier caso, la presentación de un programa donde se plantea el problema sin rodeos, resulta estimulante. Máxime en unos tiempos donde toda fusión es bienvenida, incluso aquellas que sólo reúnen lo más anecdótico de cada parte.
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