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Reportaje:

'100.000 francos y te dejo ganar'

El ex director del Festina cuenta en un libro cómo Virenque le compró a Ullrich la victoria en una etapa del Tour de 1997

Carlos Arribas

Richard Virenque, el símbolo del ciclismo francés de los 90, se dopaba de forma organizada y científica, como todo el mundo sabe, y, además, compró con dinero una de sus victorias más prestigiosas. Lo revela Bruno Roussel en un libro que aparece hoy apropiadamente titulado Tour de vices (Tour de vicios).

Fue en los Alpes, en la estación de Courchevel, en 1997. Después de muchos avatares, ataques y agónicas resistencias, tres hombres llegan destacados a la base del puerto. Fernando Escartín, Jan Ullrich y Richard Virenque. El bravo aragonés intentó un ataque a un par de kilómetros de la meta, pero se vio rápidamente desbordado por el dúo fuerte de aquel Tour. Jan Ullrich, el futuro, 22 años, la potencia. Richard Virenque, el alma del pueblo, el escalador que intenta lo imposible. Fue, o entonces lo pareció, una lucha homérica. El orgullo en juego en la llegada y Ullrich, siguiendo el ejemplo del Induráin generoso que dejaba a Rominger ganar las etapas, dejando pasar al francés en la última pedalada.

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Nació un mito. Una leyenda. Courchevel 97 se convirtió en una etapa de culto. La realidad, según la revela Roussel, fue, en realidad, prosaica.

'¿Me dejas ganar, ok?', cuenta Roussel que le preguntó Virenque a Ullrich en un momento en que ambos tenían un poco de aliento. 'Ullrich no necesitaba intérprete', continúa Roussel en su libro. 'Sólo necesitaba una calculadora. Con un signo furtivo, dos dedos frotándose con el pulgar, respondió a Richard: '¿Cuánto?' Virenque ganó la etapa.

El ciclista se lo cuenta a Roussel por la noche, pero no sabe cuánto deberán pagarle al alemán. La respuesta le llegó al director del Festina el día siguiente, en la salida, cuando se le acercó un amigo de Ullrich. 'Son 100.000', le dijo. A Roussel, la cantidad, unos dos millones y medio de pesetas, le pareció justa. A Virenque, también. 'Los pagaré'.

Roussel, de 43 años, era el hombre que iba detrás del volante del Festina, el director que, detenido en una comisaría de Cholet en mitad del Tour de 1998, se pasó a las filas de los arrepentidos y, como se vio en el juicio que le condenó a un año, no tardó mucho en llevar una línea de conducta opuesta a la de Virenque. Es uno de los grandes enemigos del ciclista al que condujo al podio del Tour y a varios reinados de la montaña. El libro puede ser, así, un ajuste de cuentas.

Mientras el ciclista, conocido por la prensa de la época como Ricardo corazón de león, negó todas las evidencias de dopaje hasta que se derrumbó en el juicio hace 10 meses, y aún purga una sanción deportiva, el director admitió todo de entrada y describió minuciosamente cómo había preferido instaurar un dopaje bien organizado en el seno del equipo antes que dejar a los ciclistas doparse sin control sanitario.

En el libro, Roussel cuenta una vez más todos los detalles del asunto Festina, pero lo más jugoso, por desconocido o sospechado pero sin pruebas, son sus revelaciones sobre los usos del pelotón: ciclistas que compran victorias, Ullrich, un líder que vende etapas, y Riis, también. El danés, que ganó el Tour del 96, también, como Ullrich en el Telekom, le vendió a Laurent Dufaux, suizo del Festina, el triunfo en otra etapa histórica, la de Pamplona del 96, aquella en la que Induráin entró derrotado en su tierra.

Hay aún una anécdota más reveladora del carácter de Virenque. Ocurrió también en el Tour del 97. En los Vosgos, Ullrich, enfermo y sin equipo, se queda en todos los puertos. En un momento dado, Virenque está por delante junto a Pantani, Olano y otros grandes. Si todos se ponen de acuerdo puede ser el fin del alemán. Y lo único que se le ocurrió a Virenque para animar a los demás a ir más deprisa fue ofrecer 10.000 francos a Pantani y Olano. '¿10.000 francos?', se indignó Roussel. 'Tú bromeas. ¡A Pantani no se le ofrecen 10.000 francos!'. Y termina Roussel: 'Richard lo hizo todo al revés. No solamente había confundido sus deseos con la realidad, sino que, además, su impaciencia, su arrogancia, le condenaron'.

Virenque, a la derecha, entra por delante de Ulrich en Courchevel.
Virenque, a la derecha, entra por delante de Ulrich en Courchevel.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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