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Columna
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Tres en uno

En estas últimas semanas la celebración del paso del ecuador de la legislatura autonómica ha dado lugar a dos desencuentros entre tres fuerzas políticas amenazadas por el mismo desenlace: la exclusión del ámbito parlamentario que ha de configurarse dentro de aproximadamente dos años.

Si primero fue el desacuerdo básico entre EU y BNV sobre la oportunidad y conveniencia de dar los pasos necesarios para ir estableciendo puentes que permitan la convergencia en un tercer espacio progresista y nacionalista, en los últimos días asistimos a la renovada convicción de que apenas hay nada en común entre UV y BNV.

Que las razones esgrimidas para hacer inviable la colaboración entre EU y BNV parezcan poco convincentes no empece para que se vuelva a la única razón de verdad solvente que abona la hipotética suma de efectivos: la electoral. En su momento tuve la oportunidad de explicar que el propio sistema electoral valenciano casi invitaba a una convergencia inteligente sin programa para superar la injusticia básica de la cláusula de exclusión; ante ese obstáculo dirigido a liquidar a las minorías, un pacto entre una EU en declive y un BNV en discreto auge habría dificultado la mayoría absoluta del PP, propiciando una legislatura bien distinta. La crisis del PSPV-PSOE, además, abocaba a una inteligente apuesta para que ningún voto de aquellas dos cosechas se convirtiese en inútil. Pero en aquella coyuntura las dos fuerzas andaban algo sobradas de handicaps.

En las generales del 2000 un pacto contra las restricciones del sistema electoral entre EU y BNV habría dado dos diputados al conjunto en Valencia y uno en Alicante; una simple operación aritmética corrobora la hipótesis. EU habría obtenido un diputado por Valencia y otro por Alicante, y Quico Mira habría sido diputado del BNV por Valencia. Pero entonces, los estrategas del asunto creyeron que yendo solos se les iba a aparecer María Auxiliadora con una urna repleta de votos.

UV, por su parte, invirtió todo su crédito en la ruleta rusa, y como suele ocurrir cuando se tienta la suerte y la dicha temerariamente, incluso del cargador vacío sale una bala. La historia de UV fue apasionante desde el principio; y para quienes la seguimos con mucha atención y unos cuantos vaticinios que acabaron cumpliéndose con pulcritud, celeridad y barroquismo, gracias al notable empeño que la organización puso en ello, su previsible final no está ya nada lejano.

Tuvo en sus manos rectificar, y se precipitó hacia la barbarie. Pudo alumbrar algo nuevo, y se enclaustró en el oportunismo y la práctica del clientelismo más atroz que haya podido registrarse en la política valenciana. Al final, dejó por el camino un reguero de espectáculos poco convenientes para el crédito político, a gente desembarcada en la Administración, a compañeros de viaje enrolados en las tripulaciones rivales y al proyecto convertido en un guiñapo sin porvenir.

Que el BNV y UV no tengan nada que ver es hoy por hoy un alivio para los tiempos que corren, pero que EU y BNV no entiendan que a la vuelta de la esquina les espera, por fin, el triunfo del bipartidismo, parece patético.

Quedan dos años para la doble cita de autonómicas y locales. Si el BNV sigue con el lento crecimiento de los dos últimos años y EU con su vertiginosa carrera hacia la fragmentación, el próximo parlamento valenciano podría ser como el actual de Castilla-La Mancha: cosa de dos.

Vicent.Franch@eresmas.net

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