Azul Mahón
En Mahón sopla una tramontana que refresca un poco el calor mediterráneo. En las blancas paredes de algunas casas cúbicas hay pintadas escritas con la letra negrísima y fuerte del anarquista que dicen que Aznar haga el favor de no venir aquí a veranear. Quizá lo dicen con alguna palabra más contundente porque ya se sabe que estas pintadas no tienen el cuidado exquisito de la prensa escrita.
Paso por esta isla y oigo opiniones poco favorables a este viaje, mientras en la radio el alcalde de La Playeta de Oropesa dice que no es posible que Aznar no vaya a ir este año a su pueblo. '¡Pues lléveselo!', dicen las gentes de Mahón. Oyen también a Rosa Villacastín, que les cuenta que el problema es, sobre todo, un desengaño amoroso de la hija del presidente del Gobierno que hace que su familia no quiera volver donde estuvo los años pasados para evitar lágrimas sentimentales.
Aquí hay algunos jovenzuelos que quizá tengan aspiraciones a ocupar ese puesto en el corazón de la presidentita. Tampoco parecen tener demasiado interés, por lo que me dice el presidente del Ateneo, en participar en lo que llaman la operación Hillary, referida, dice él, a la nueva famosa escritora. Dicen, es la opinión general, que va a molestar mucho a una isla apacible ese movimiento que llaman 'peregrinación laica', es decir: el presidente, su séquito, familiares, ministros, fuerzas de la Guardia Civil, policías privados.
Mirando hacia atrás en la historia se ve que Menorca fue la única isla del archipiélago balear que permaneció fiel a la República hasta el final de la guerra civil (el mono que vestían los milicianos se denominaba por su color: azul mahón), por lo cual la mortalidad se elevó enormemente en los años posteriores y dicen que por eso Menorca no ha dejado de votar a la izquierda posible. El archipiélago tiene un presidente sostenido por IU y por los Verdes, que son dos de las izquierdas imposibles pero que ayudan y marcan carácter.
Cuando pregunto si en vez de ser Aznar el presidente que viniese aquí fuese Felipe González son ellos los que me dicen que no hay por qué volcar la historia sobre el presente. Son contradicciones que todos cultivamos para añadir confusión a la confusión. Es la última manera de poder defenderse en los tiempos modernos.
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